Historia

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Con cierta dificultad el menor logró introducir las seis cajas al departamento ajeno, mientras que el dueño mantenía la puerta abierta sonriente como si fuese el portero de un hotel lujoso y ese fuese su trabajo de ensueño.

- ¿Y qué te trae por estos lares, cariño? - preguntó divertido, sentándose en el mueble más grande sin braceras, indicándole al menor que se sentara a su lado golpeando el espacio junto a él con su diestra.

- Es que...

No pudo siquiera comenzar una oración coherente antes de que las lágrimas le nublaran la vista, sus manos temblaban y su respiración volviese a tener tropezones. Era un completo desastre en ese momento, lo había sido desde hace varios años, pero solo en ese momento sus problemas le estaban explotando en el rostro y ahora todo era exteriorizado.

- Tranquilo, tranquilo – golpeó su cabeza con su dedo índice un par de veces – No llores, te ves feo.

El aludido asintió limpiándose el rostro con el dorso de sus mangas, como si fuese un niño de cinco años que acababa de caerse al suelo y raspado las rodillas.

- Ahora cuéntame, ¿por qué pareces un cachorro abandonado?

Respiró un poco antes de resumir todo lo que le había sucedido.

- Me corrieron de mi apartamento – respiró lentamente – S-Solo me dejaron traer esto, hasta que cancele lo que resta de mis deudas podré llevarme lo demás o simplemente lo echarán a la calle.

Volvió a romper en llanto, esta vez cubriéndose la cara con los brazos, temblando cada vez que soltaba un sollozo. Bajó su cabeza hasta su propio regazo, ocultando su estado del contrario.

- Oye, oye.

Yixing asomó ligeramente su rostro.

- ¿Te han dicho que pareces una caricatura? – soltó una risita – Con los ojos decaídos y las lágrimas saltando y haciendo charcos – rió.

Cada uno de los comentarios del castaño no lograba ni por asomo hacer sentir mejor al chino, tal vez hasta lo hacía sentir peor, bueno, el mayor tampoco tenía intención de subirle el ánimo. Simplemente mordió sus labios, asintiendo a la broma ajena y dejando caer lágrimas en su pantalón de manera silenciosa.

- Ah, me estás cansando – suspiró – Hay personas que la han pasado peor que tú, eh.

Subió la mirada intentando verse retador, sin embargo sus ojos vidriosos no daban el efecto que él quería.

- Te voy a contar una historia – palmeó el muslo izquierdo del pelinegro, logrando que este saltara sobre el sillón. Se aclaró la garganta – Ocurrió hace unos años, hace como unos doce tal vez, creo que fueron más.

Se quedó en silencio antes de volver a hablar.

- Nos remontamos a la época de esplendor de la <<Secundaria SooMan>> - narró – cuando los desgraciados de los estudiantes tenían quince años y casi nadie pensaba en una buena carrera para cuando la fantasía colegial se les terminara – dijo como si escupiera las palabras – Yo era el único con metas.

Poco a poco el mayor comenzó a narrar la historia de su adolescencia. Ese entonces cuando mantenía la cabeza metida entre libros y no le divertía nada más que estudiar y estudiar, cuando era el único de sus compañeros de clase que no utilizaba la biblioteca para dormir o besarse entre las grandes estanterías de libros, sino para disfrutar de un poco de literatura griega o inglesa, de una tragedia romántica o un buen razonamiento filosófico.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora