Nervios

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Yixing estaba realmente desesperado, el mayor no estaba en el apartamento, no había rastro alguno de que siquiera haya estado allí, además que no respondía a sus llamadas, no importaba cuánto marcara su número, las timbradas sonaban pero el teléfono al otro lado de la línea no era descolgado.

La resaca no ayudaba mucho, sentía que con el llanto la cabeza le explotaría pronto y vomitaría una tercera vez. No recordaba nada de lo que había sucedido la noche anterior, aquella que había pasado hace apenas unas horas, porque en ese momento eran las tres de la mañana y el sol ni siquiera había hecho acto de presencia.

Luego de varios minutos se rindió, tirándose al sofá en el que antes dormía, con el pesar instalado en su pecho.

Quiso quedarse tumbado allí, olvidarse de todo o al menos recordar lo que hizo para culparse con razón, detestaba esa angustia acumulada en su garganta, ¿le habría gritado a Junmyeon? ¿Le habría hablado de YiFan como adolescente enamorada? Comenzaba a odiarse a sí mismo.

Volvía a llorar silenciosamente, las lágrimas le mojaban el rostro como si fuese lejía. Su corazón se oprimía en su pecho dolorosamente al pensar en cómo habría tratado al coreano, ¿qué acaso su cerebro no sabía actuar en piloto automático? Si no lograba hacerlo menos con la persona de la que gustaba.

Asfalto se subió al sofá con él, llegando a su cabeza y frotando su cabeza contra la ajena, ronroneando ligeramente y buscando cariño.

- ¿Tú sabes que hice ayer? ¿Junmyeon no te dijo nada? - susurró triste.

- Miau.

- Lo entiendo, igual no me ibas a decir.

- Miau.

- Te detesto, Pelusa.

- Miau.

Suspiró acariciando su lomo, incorporándose lentamente, soltando una bocanada de aire y limpiándose la humedad del rostro con las palmas de sus manos. Iba a esforzarce.

- Buenos días.

Había decidido no quedarse como un llorón en la sala ajena, no al menos esta vez, quería arreglar las cosas. Luego de varias pastillas que había encontrado en el baño y una ducha con agua helada para quitarse los rastros de resaca logró llegar a su trabajo de apenas un día. Tal vez allí encontraría a Junmyeon.

- Buenos días, Yixing, no tienes buena apariencia - lo saludó la misma chica de ayer.

- Lo sé - masculló.

- En fin, danos tu mejor sonrisa que ya empieza la jornada - DaSom pequeños aplausos - Ya dejé tu lista de labores de hoy junto al computador, puedes empezar para que te añada los demás.

Ni siquiera pudo refutar, pues la mujer de falta corta había desaparecido junto a sus tacones que hacían un sonido exageradamente fuerte.

No importaba que tuviese mil cosas que hacer, primero hablaría con su esposo, eso mejoraría el panorama del día con las palabras que había escogido.

- Hey, Yixing, ¿qué haces?

La chica detrás de la mesa en el recibidor lo miraba achicando ligeramente los ojos, observando como antes había querido entrar a la oficina del coreano.

- Quería hablar con Junmyeon un momento - explicó.

- El jefe Kim está ocupado - indicó tajante.

- Bueno, solo quiero decirle algo antes de---

- Comprendo que seas su esposo, pero deberías comprender que tu marido está ocupado manteniendo la perfecta organización de la empresa, no creo que sea conveniente distraerlo ahora mismo.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora