Progreso

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Yixing había aprobado el examen, esa simple noticia había servido de motivación para la semana luego del viaje. Sí, estaban cansados por todo el trajín que este había representado, pero se sentían felices, un peso se les quitaba de encima a ambos.

La siguiente semana el chino se encargó de mandar su currículum actualizado a diferentes escuelas. Si bien su título profesional tardaría un poco en tramitarse ya podía exigir un trabajo que requiriese lo que tanto le había hecho falta esos años.

- Junmyeon-sumbae, ya debes ir al trabajo – lo despertó el pelinegro.

El nombrado abrió los ojos bastante desconcertado.

- ¿Qué hora es? – preguntó mientras tomaba su celular.

- Las seis de la mañana – indicó dejando una taza con café en la mesita de noche al lado del coreano.

- ¿Y eso que estás despierto? – enarcó una ceja mientras se incorporaba en la cama.

- Tengo hoy mi primera entrevista de trabajo.

Las ansias apenas se le podían contener, la sonrisa ya la tenía grabada en el rostro y nadie podría ser capaz de quitársela. No en ese momento en que las puertas que le habían cerrado antes en la cara ahora estaban abiertas e incluso tenían un letrero que decían pase.

Bueno, tal vez no era así, pero con un título profesional todo es más fácil, ¿no se los han dicho antes?

- Pero yo ya había puesto una alarma dentro de diez minutos – dijo mientras cancelaba esta.

- Lo siento, me desperté antes, Junmyeon-sumbae – se rascó la nuca, avergonzado.

- No importa – le sonrió.

Cuando el castaño ya se hallaba secándose el cabello Yixing ya había terminado de preparar el desayuno, remangándose la camisa blanca que llevaba puesta para no ensuciarla, no planeaba ir a esa entrevista de trabajo con aceite salpicado.

- Yo iba a hacer el desayuno – indicó el mayor terminando de secarse las puntas del cabello con una toalla.

- No pude evitarlo – volvió a sentirse avergonzado.

Junmyeon se sentía muy feliz, tener al contrario tan feliz y con ese hoyuelo en su mejilla era la mejor recompensa que pudo haber tenido. Lo cargaba con energía y lo hacía ir a la oficina de muy buen humor como para no gritarles a sus secretarias como siempre porque se le pegaba la gana.

Las horas se le fueron como agua entre los dedos, pues cuando miró el reloj de su computadora notó que ya eran las nueve de la noche y podía volver a su apartamento.

El chino lo recibió aún sonriente, no le habían dado una respuesta inmediata pero los ánimos no se le iban. Si no le daban el empleo aún tenía oportunidad de buscar más, tenía más facilidad y más seguridad de que encontraría empleo pronto.

- A todo esto, no hemos brindado por tu logro – frunció el ceño mientras dejaba su maletín y saco en una de las bancas de la isla de la cocina.

Fue al refrigerador, sacando dos latas de refresco de fresa que había comprado, pues la carga que se le fue entregada en Navidad ya se la había terminado. Abrió ambas, entregándole una al menor.

- Vamos a brindar pero no te voy a dar vino porque tu cuerpo no lo tolera – se burló.

- Eres un estúpido, Junmyeon-sumbae – rodó los ojos con las mejillas algo rosadas.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora