Cuarto

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Yixing abrió el mini-refrigerador, luego de haber recibido el consentimiento del mayor, comenzando a buscar algo de comida ya que su estómago comenzaba a exigir alimento.

- ¿Cómo es que esto está lleno? ¿Acaso no comes? – habló abriendo una gaseosa de fresa.

- No es eso, sino que tengo un grupo de personas llamados: empleados.

El pelinegro soltó una risa vaga, tomando un sorbo de la bebida para luego acabársela en un parpadeo.

- ¿Tus empleados hacen todo por ti? – se extrañó caminando hasta donde estaba sentado el coreano.

- Exacto – asintió tecleando varias veces.

- ¿De verdad todo? – parpadeó varias veces, colocándose junto a la silla giratoria negra del mayor.

- Mh – asintió con la cabeza.

Posicionó mejor sus pies en el suelo, girando la silla junto a su cuerpo para ver directamente al contrario.

- Envían encargos, hacen papeleos, compran comida, hablan por teléfono – enumeró con los dedos -, inclusive una de las secretarias fue a recoger a Chanyeol cuando se perdió en un festival tailandés – añadió.

- ¿Esclavizas tanto a esas pobres?

- No las esclavizo, tienen una buena paga.

- No te creo.

Soltó una risa bastante ligera y burlona, tomando una nota adhesiva, escribiendo la cifra correspondiente al sueldo de su personal. Yixing casi cae muerto cuando leyó el monto.

- ¿No le falta una coma decimal o algo? – preguntó estupefacto.

- Si voy a explotarlas y amenazar con despedirlas cada dos días creo que es algo aceptable – se encogió de hombros.

El chino aún no podía comprender por qué era tan elevado el dinero que ganaban esas jóvenes con faldas entubadas y camisas algo reveladoras. Y ahora que lo pensaba, su vestimenta comenzaba a enojarlo un poco, pues las había visto con el rabillo del ojo a la hora de llegar, esas mujeres caminaban pavoneándose de un lado a otro, como si les perteneciera el lugar. ¿Y qué con lo dicho por una de las colegas de Junmyeon? Esas estúpidas secretarias seguro buscaban sacar algo de su cercanía con el mayor. Pero sus pensamientos se estaban desviando, ¿qué acaso no había comenzado pensando en el sueldo?

- ¿No hay vacantes?

Junmyeon soltó una gran carcajada, mirando con los ojos llenos de lágrimas por la risa como su esposo cruzaba los brazos.

- E-Es que la paga es buena, y, y, y no tengo e-empleo – balbuceó.

- Ya que estás desesperado estaba por pedirte tu currículo, mas no te pedí razones – enarcó una ceja.

El pelinegro mostró un enorme sonrojo en sus mejillas.

- Ahora si te lo pregunto directamente, porque por la tonalidad que tiene tus mejillas creo que es algo más – achicó los ojos divertido -. ¿Por qué quieres trabajar exactamente aquí?

Se levantó de la silla, deteniéndose frente al chino y alterando más los nervios ajenos. Yixing dejó la lata vacía del refresco que había tomado en la mesa, intentando retroceder por la cercanía del contrario, mas sus piernas nunca reaccionaban en el momento necesario.

- Me causa mucha gracia como pierdes el control de ti mismo cuando me acerco.

Oh, Junmyeon sabía que sucedía dentro del menor, probablemente había visto algo de ese comportamiento en algunas colegas que extrañamente habían caído en sus "encantos", pues hasta él mismo estaba consciente de que su personalidad no era la de un príncipe azul. Le encantaba alterar al pelinegro, como si jugara, era un espectáculo simplemente irresistible.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora