Asfalto

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Llevó el último trozo de lechuga a su boca, masticándolo mientras pensaba mirando hacia el vacío.

Yixing se sentía extremadamente confundido por los últimos cinco días transcurridos desde aquella noche, porque sí, con el asombroso trabajo que tenía de darle la comida a Asfalto tres veces al día esa idea no dejaba de perseguirlo.
Había intentado hablar con Minseok, peor él no tenía todo el tiempo para dedicarse a su vida privada, no lo culpaba. También había enviado varias solicitudes de trabajo, pero las únicas respuestas decían, irónicamente, que recibiría una respuesta en unos meses, era una mala época para los negocios, o bueno, para la población que necesitaba trabajar siquiera con un sueldo mínimo.

Enfocó sus ojos y miró el plato completamente vacío, apenas con el brillo del limón que había llevado su ensalada. Con menos prioridades la comer era lo único que le quedaba, pero no por ello engordaría diez kilos, se veía mal con solo salirse unos números de su peso ideal, eso lo sabía de buena fuente. Su ex novio siempre le había recalcado lo mal que cuidaba su figura, cuando se pasaba con los aperitivos y pronto las camisas dejaban de quedarle bien por su "exceso de peso".

Pasó su mano por su abdomen, palmeándolo unas veces antes de lavar la vajilla sucia. Dejó sus manos colgando hacia la parte interna del lavadero, apoyándose y separando la parte inferior de su cuerpo del mueble, acomodando su cabeza entre sus brazos y suspirando.

- Miau.

Levantó la mirada, comenzaba a dejar de asustarse con el gato.

- ¿Por qué tu dueño es así conmigo, Asfalto? – preguntó como último recurso.

- Miau.

- Eres una estafa.

- Miau.

- Gato desgraciado.

- Miau.

- No te queda el plomo.

- Miau.

- Tienes cara de "Pelusa".

- Miau.

Soltó un bufido, no hacía más que tonterías cuando su mente ya no le permitía pensar.
Bajó las cejas, con n gesto de angustia.

- Esto es una estupidez – susurró -, soy el único a quien le afecta.

- ¿Afectar qué?

El chino gritó horrorizado, subiéndose a la mesa del lavaplatos y sosteniéndose al sujetar el caño de metal.

- J-Ju-Junmyeon-sumbae – tartamudeó.

- Hola a ti también, Yixing – se cruzó de brazos –. Si rallas el mármol serás tú quien lo pagarás.

- L-Lo s-siento, Junmyeon-sumbae.

Intentó apresurarse al bajar, sin embargo la superficie estaba mojada, así que sentía el temor de caerse y las futuras burlas del castaño.

- ¿Y ahora qué? – enarcó una ceja.

- N-No puedo ba-bajarme – admitió avergonzado.

- Ah... - suspiró- Dios, dame paciencia – se frotó las sienes -. Te subiste y ya no puedes bajarte, ¿es en serio? Estás peor que un niño de cuatro años.

Llegó frente al mueble empotrado a la pared, estirando los brazos hacia el cuerpo ajeno.

- Ven – ordenó.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora