Seis

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Yixing lo estaba intentando, de verdad.

Se sentó día tras día con la espalda apoyada en la puerta de la recámara del coreano, hablando con la voz siempre titubeando y las mejillas mojadas, abrazando sus piernas y pidiendo perdón por su error, tal y como lo prometió.

- Traje unas fotos – sorbió su nariz aún con la voz quebrada -. Para cuando quieras volver a burlarte de mí, J-Junmyeon-sumbae.

Pasó un par de fotografías por la ranura debajo de la puerta, logrando introducirlas y pasarlas al otro extremo.

Fue lo primero que el castaño recibió del menor. Se levantó de la cama silenciosamente para recogerlo del suelo, observando con detenimiento a un Yixing con mocos y tierra por toda su cara y ropa. Sonrió con ligereza.

- Te dejaré solo, Junmyeon-sumbae – limpió sus ojos con las mangas de su polera -. Dejaré un café aquí afuera, para que puedas iniciar la mañana.

Se marchó con los ojos llorosos como los anteriores tres días, luego de hablar por varios minutos frente a la puerta, casi llegando a la hora.

Yixing se esmeraba en explicarle que ya no sentía nada por YiFan, que lo suyo ahora estaba más que enterrado. Le explicó lo sucedido a detalle, por más que llegara a empeorarlo el coreano merecía saber lo que sucedió, desde un principio en realidad.

Le informó que ahora tenía el número del rubio bloqueado, que ya no estaba interesado en recibir mensajes de texto de su parte, pues todo eso había acabado.

Junmyeon no sabía si creerle, era absurdo que el pelinegro intentase mentir sobre ello por la manera en que al pasar de los días venía a negar que tuviese un interés por el chino, sin embargo su mente ya estaba un poco más contaminada, deteniendo a su otra mitad que deseaba sentarse frente a la puerta y dejarle un beso.

<< Ridículo >>, pensaba mientras volvía a mantener distancia.

- Quiero verte, Junmyeon-sumbae – sollozó -. Quiero saber que en verdad me escuchas y no ignoras mi presencia.

Pelusa arañaba el mueble de madera, esperando que fuese abierto lo más pronto posible para entrar a jugar con su único amigo felino que del otro lado también observaba expectante a su amo, como diciéndole con los ojos sé que quieres abrir, no te juzgaré, así que hazlo.

Era inevitable, el minino naranja corría a la entrada cuando el menor llegaba, se frotaba en sus piernas y maullaba para que lo alimentara. Por su parte Junmyeon apenas dejaba su sombra, colocándole pestillo a su puerta. Y por arte de magia Asfalto siempre aparecía a su costado cada que pestañeaba dentro de la recámara. Hasta las pobres mascotas se veían afectadas por los problemas ajenos, pues el plomo ya no podía jugar a masticar la cola del pequeño.

- ¿Cómo estás? – preguntó débil, trazando líneas imaginarias sobre la superficie en la que se apoyaba siempre para hablar – Quiero pensar que estás mejor, ¿lo estás?

El mayor frunció el ceño, tragando saliva y tomando asiento frente a la entrada de su cuarto.

Sin embargo no habló, no podía, algo se lo impedía. Como sucedió con Chanyeol y Baekhyun los primeros días. No sabía por dónde empezar ni por dónde terminar, tampoco sabía qué quería con el pelinegro, al menos no en ese momento. Sus ideales estaban tan divididos.

- Hoy hablé con Minseok, él siempre está diciendo que eres mejor de lo que aparentas – habló -. Jongdae también pregunta por ti, quisiera venir pero sabe que necesitas espacio.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora