Puesto

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- Ya puede pasar, señorita Lee.

Obedeciendo, la mujer se levantó del sillón de la recepción, asegurando lo ajustada que estaba su cola de caballo, limpiando el polvo inexistente de su camisa y pantalones jean. Caminó al principio algo desestabilizada, casi nunca usaba tacones.

Llegó hasta la puerta con los talones adoloridos, abriendo la puerta y caminando hasta el frente del pequeño escritorio que le pertenecía al hombre que podría contratarla si todo salía bien.

- Buenos días, señorita Lee – saludó el sujeto en la silla negra giratoria.

- Buenos días, superior Kim – hizo una reverencia.

- Puede sentarse.

Así lo hizo, sosteniendo con el pulso bastante desordenado su currículum bastante impecable entre sus manos, el mismo que se había pasado varios días puliendo para que incluso su primer trabajo de animadora infantil sonara muy diplomático.

- ¿Trajo su expediente laboral? - consultó.

- ¡Por supuesto!

Le extendió el portafolio, el contrario no tardó en recibirlo y abrirlo mientras giraba apenas unos centímetros de lado a lado, leyendo atentamente todo lo que allí se encontraba. Subía la mirada de vez en cuando para observar la expresión de la chica.

- Entonces, ChaeRin, ¿no? – preguntó, a lo que ella asintió demostrando que lo había pronunciado bien – Correcto, no comprendo por qué la hija de una familia de renombre debe trabajar como animadora de fiestas – soltó una risa burlona.

La nombrada frunció los labios, tomando aire.

- Pensé que lo había encubierto un poco – confesó.

- Cualquier persona que aspira a tener un trabajo serio lo hubiese simplemente borrado de su currículum – indicó pasando las hojas -, ¿no lo cree así, ChaeRin?

- Creí que era mejor mostrar que no estuve vagando luego de cumplir los dieciocho – objetó enarcando una ceja.

- ¿Entonces si la contrato se pondrá un disfraz de Pororó y animará a todo el personal? – volvió a burlarse.

- Depende, contráteme y lo veremos.

Bufó bastante divertido, cerrando el portafolio y colocándolo en su mesa. ChaeRin sonreía bastante nerviosa, debió haberle hecho caso a su madre y no responder a todo lo que dijeran para ganar como acostumbraba. Si no la contrataban habría perdido una de esas oportunidades que aparecen una vez en toda la vida, porque solo haber logrado conseguir una entrevistaran era muy difícil.

- Yo la llamo, señorita Lee.

Se había levantado, extendiéndole la mano.

- Usted llegó sola, así que sabrá cómo irse.

La rubia aceptó el gesto, estrechando su mano y haciendo una reverencia luego. Una vez afuera liberó todo el aire que había acumulado en sus pulmones.

Pero sí, la llamaron.

Se acomodó la camisa blanca frente al espejo, colocándose el saco negro y los pantalones correctamente, también se sujetó el cabello en una cola alta. Así le habían indicado que era la vestimenta correcta dentro de la oficina, así que de aquella manera iría.

- Buenos días, superior Kim – saludó luego de entrar a la oficina de su ahora jefe, dejando un vaso de café en la mesa.

- ¿Y esto? – señaló la bebida.

Injurias conyugalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora