BrOKen.

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[Narra Gerard]

Después de que Jamia y Melanie desaparecieran, pensé en el reto que había aceptado. no se por qué coño acepté, quizás por lo tentador que sonaba tener 4 cajetillas de tabaco y así poder sobrevivir en éste internado. 

Iba por mi sexto cigarrillo y en la cajetilla sólo me quedaba uno. Un puto cigarrillo, no tengo más. Tomé una última calada antes de tirar la colilla al suelo y me levanté para hablar con Frank, la verdad, no sé cómo coño se lo diré ni cómo reaccionará. Estaba nervioso, las manos me sudaban y mi corazón quería romperme el pecho. Me acerqué y me senté a su lado mientras él me miraba con cara de no entender nada.

–tranquilo, vengo ha hablar.– le dije tranquilizándolo.

–¿hablar de qué?– me miraba con intriga.

–de...- vamos Gerard, dilo– de...- ¿por qué no puedo decirlo?- de por qué estoy en éste internado.- vale, definitivamente soy gilipollas, GILIPOLLAS.

–oh, ¿ya te decidiste a confiar en mí?– asentí nervioso.- pues... soy todo oídos.- miraba mis manos y las movía con nerviosismo.

–yo... creo que no ha sido buena idea...– me levanté con la intención de irme corriendo, pero el me agarró del brazo y me volvió a sentar.

–ahora me lo dices.– me abofeteé mentalmente por ser tan gilipollas y hablar sin pensar.

–bueno... pero ésto sólo lo saben Patrick y mi hermano, así que no digas nada.– dije sin mirarlo. 

–bueno...– cogí aire y empecé a contar la historia, mientras la contaba caían lágrimas de mis ojos, mientras Frank tenía los ojos muy abiertos y escuchaba atentamente. Cada vez que cuento lo que me pasó, es como si lo reviviera todo, tenía las imágenes en mi cabeza, las mismas que me torturan en mis sueños. 

cuando terminé de contarlo estaba con la respiración agitada y abrazándome las piernas mientras lloraba. Sentí unos brazos rodearme y acariciar mi pelo con ternura, cuando levanté la vista Frank me sonrió y me volvió a abrazar como muestra de apoyo. Era mi oportunidad, tengo que aprovecharla. Cuando levantó la vista, me volvió a sonreir, desvié mi vista de sus ojos a sus labios, y me lancé a besarlo.

Cuando pasaron unos segundos que no me correspondía, me apartó de él bruscamente y yo me temía lo peor, como un puñetazo o algo, así que cerré los ojos con fuerza esperando el impacto, pero éste nunca llegó. Al abrir los ojos, me encontré a Frank con los ojos muy abiertos mirando a la nada.

–Frank... lo siento... pero es que... me gustas.– le dije con la esperanza de que me mirara.

–Gerard, no soy gay, no me gustan los hombres, no me gustas tú.– dijo cortante sin mirarme.

–pero Frank, el miércoles pasado...– él me miró enfadado.

–NADA! EL MIÉRCOLES PASADO NADA! te dije que lo olvidaras!– me sobresalté ante el grito.

–lo siento.- dije aguantando mis ganas de llorar.– sólo... te digo lo que siento.– miré a mis manos sudadas y las moví con nerviosismo.

–ya, pues... lo siento. No quiero problemas.– se levantó y se fué. Se fué dejándome con el corazón roto en la mano.

Después de ésto volví a mi esquina, a sentarme y a fumarme el último puto cigarrillo que me quedaba y a pensar en mi miserable vida. Pensé en todo lo que me habría ahorrado si me hubiera quedado callado como siempre, en el dolor que me causé de forma tan tonta, en la suerte que tienen los demás al no ser como yo, y por último en lo bien que quedaría una quemadura de cigarrillo en mi brazo, a juego con mis estúpidas cicatrices. Pensé en esa posibilidad... pero para ello tendría que estar sólo, busqué con la mirada, pero lo único que podía hacer era esconderme entre algunos árboles, así que, como nadie miraba, mordí el cuello de mi sudadera para no gritar y lo hice. Sabía que estaba mal, sabía que dolería, pero... ¿a quién le importa? a nadie. Lo hice para castigarme, como con los cortes, castigarme por mi estupidez, por pensar que podría gustarle a alguien, por aprovechar que me tenían pena, por ser yo. Nadie se percató, nadie me miraba, ni Mikey, ni Frank, ni Bob, ni Hayley... Nadie.

Volví a encender el maldito cigarrillo que había estado quemando mi piel, y como si nada hubiera pasado, le dí una calada, disfrutando del sabor y el olor de la nicotina. Ví que Melanie y Jamia volvían de no-sé-dónde con el pelo revuelto y muy abrazaditas. Me dieron envidia, no lo niego, ellas tenían a quién amar y a alguien a su lado. Me vieron y se acercaron, Melanie me pasó el brazo por los hombros.

–hola Gee– yo levanté la mano para saludarla, todavía con la mirada perdida.

–¿qué te pasa osito?– me dijo Jamia con un puchero en sus labios.

–que me debes 4 cajetillas de tabaco.– intenté parecer de piedra, pero me salió mal.

–¿se lo has dicho?– me preguntó con tono de asombro.– joder, por tu cara deduzco que no hay buenas noticias.– Melanie le dió un codazo a Jamia.

–no.– dije cortante. Las chicas me abrazaron, pero no quiero la compasión de nadie.– chicas, siento ser borde, pero quiero estar solo.– las chicas no dijeron nada, sólo asintieron y antes de irse me dieron unos golpecitos de apoyo en el hombro.

Poco después llegaron los demás al claro en el que nos encontrábamos nosotros, se sentaron en círculo ha hablar tranquilamente, fumando y riendo, mientras yo estaba ido, perdido en mis pensamientos. Ryan se esforzaba por hacerme reír, pero no logró más que una mueca con intención de ser una sonrisa.

Tenía el corazón roto, una quemadura el el brazo y un vacío inmenso. Lo que no tenían eran cigarrillos, y estaba que me subía por las paredes. Quizás cuando llegue a la habitación pueda tomarme una pastilla y luego darme un largo baño de agua fría para olvidar ésta semana, o mejor, éste internado, o mejor aún, que sigo vivo.

Mama we all go to hell.(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora