Capítulo 28.

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¿Sientes como todo te pesa? ¿Cómo la sangre lucha por circular por tu cuerpo? ¿Cómo todo te da vuelta y temes a lo que pudo haber pasado?

Una parte de mi se imaginaba que sucedió, y la otra quería negarse a aceptarlo.

El olor a medicina y el silencio era lo único que me daba la señal de donde estoy. No quería abrir los ojos, pero tampoco podía permanecer así para siempre. Como siempre, debo enmendar mi error.

—Gracias al cielo despertaste. ¿Cómo estás? —El rostro de pura preocupación de Haype era notable.

Como dije antes, una parte de mi se imaginaba que sucedió, y la otra se negaba a aceptarlo. Para estar más segura levanté la mano derecha. Y como me lo imaginaba, nada fue un sueño, todo fue real. Mis nudillos afectados con pequeñas curitas en la zona herida me dieron a entender que otra vez sucedió.

—¿Qué sucedió? —Pregunté sólo para asegurarme. Haype tomó mi mano y la acuno con las de ella.

—Lo hiciste de nuevo. —Dijo entre dudando si decirlo o no. —Perdiste el control... como aquella vez.

Con mi otra mano libre la lleve a mi frente fustrada. Pensé que esto no iba a volver a ocurrir, pensé que solo fue aquella vez y fín. Lo hice otra vez.

Hace un año atrás, mi familia y yo íbamos hacia la casa de la abuela. Era como mi segunda madre por lo que insistí en ir. Cuando llegamos vimos autos por doquier y personas vestidas de negro. Fué entonces donde una chica de la familia se acercó y dijo que la abuela había muerto, que le habían provocado un infarto dándole medicamentos que no eran los de ella. Cuando me enteré de quien fue que la llevó a la muerte perdí el control sin importarme que aquella persona era como mi hermana. Lo hizo por la herencia, por el dinero de la abuela, llegó a tal punto de provocar su muerte. Cuando sucedió no era yo. La golpeé tan fuerte que la dejé en estado crítico. Desde ese momento me informaron que tenia el problema de impulso, donde perdía el control a tal grado que hacía cosas de las cuales no estaba consiente.

—¿Cómo lo dejé? —Pregunté mirando al frente.

—No, Hayle, no es lo mejor, debes descansar y la docto...

—Haype, dímelo. —Susurré con los dientes apretados.

—Igual que a la prima Laura. Inconciente, aun no despierta. —Sabía que había algo más y Haype no quiere decirlo. Sus ojos son de preocupación y sé que esconde algo.

—¿Qué mas? —Insistí.

—Hayle... no quiero...

—¿Qué más, Haype?

—Sufrió un fuerte golpe en la cabeza...

Cerré con fuerza los ojos tratando de tranquilizarme.

—No pueden poner una denuncia ni nada que ver con la justicia. Al parecer nuestro maestro se escondía de la justicia por obligar a una menor a estar con él. Es una violación. La directora se enteró y lo hechó de la universidad. —Abrí los ojos y la vi sonreír. —Estás limpia Hayle. No irás a la carcel... No te perderé otra vez. —Y de pronto estaba en mis brazos casi soltando un sollozo.

—No se que me sucedió... él lo mencionó y yo... quería...

—Todo está bien, tranquila. —Me calló ella y luego se separó.

—¿Lo viste todo? —Pregunté rogando recibir un no de repuesta.

—Seré doctora. —Se encogió de hombros. —Debo acostumbrarme a ver sangre. —Sonrió tratando de tranquilizar mis nervios.

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