Capítulo 45: Blancanieves y David

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Capítulo 45: Blancanieves y David

— No — susurró Killian a sus espaldas y Emma se giró con una mirada desconcertante.

— ¿No? ¿Después de todo lo que ha hecho ese monstruo aún sugieres que no tome venganza para honrar la memoria de mis padres? ¿La de Milah? — dijo con la seguridad de que la mención del nombre de aquella mujer despertaría los instintos más oscuros de Garfio, los que necesitaba para convencerlo de que luchara junto a ella, pero para su sorpresa el pirata se limitó a negar con la cabeza.

— En cierto modo ese hombre nos ha unido. Si no hubiera sido por él seguramente no nos habríamos conocido nunca — susurró cogiéndola de la mano.

Emma lo miró con ternura a los ojos. Por un lado, sabía que Garfio tenía razón y que habían sido precisamente las horribles circunstancias lo que les había llevado a encontrarse y unirse en esa nueva vida que compartían; pero por otra parte, no estaba dispuesta a permitir que aquel que les había provocado tanto sufrimiento quedara sin castigo. Observó por el rabillo del ojo cómo Ruby se levantaba de su asiento y desaparecía tras una puerta contigua, con la intención de dejarles unos minutos a solas.

— Trataste de llevar a cabo tu propia venganza durante muchos años y no funcionó — insistió Emma — No funcionó porque estabas solo en la batalla, pero ahora estamos juntos. Nuestro enemigo es común y sé que podremos derrotarlo.

—La venganza no es la solución, Swan. Está formada por un odio tan inmenso que destruye cualquier atisbo de felicidad — Killian acarició la mejilla de Emma antes de continuar hablando — Quiero un futuro contigo, un futuro sin odio ni rencores. Si estoy solo jamás podré llegar a perdonar ni a dejar de buscar la venganza, pero a tu lado seré capaz de comenzar de cero. Olvidando todo lo pasado.

— ¿Y si vuelve a atacarnos? — preguntó Emma que todavía pensaba que la idea de la venganza era su mejor opción.

— Entonces lucharemos y le venceremos — contestó el pirata con seguridad — Pero por el momento ni siquiera he conseguido averiguar de qué modo podemos derrotarlo. Continuaremos buscando una manera de conseguirlo hasta que llegue el momento oportuno.

Emma asintió ya que, a pesar de que sus ansias de venganza no habían aminorado ni un ápice, sabía que era una absoluta locura aventurarse en una batalla de tal envergadura sin tener un plan ni cierta ventaja que les permitiera vencer. Killian observó como el sentido común volvía a la mirada de la mujer que amaba y le tomó la mano con una sonrisa.

— Emma... — Ruby asomó tímidamente la cabeza por el marco de la puerta y le hizo un gesto con la mano para que la siguiera — Creo que deberías ver algo...

La loba cruzó el umbral de la entrada y respiró hondo al sentir sobre la piel el aire del exterior. Emma se levantó sin soltar la mano de Garfio y la apretó con suavidad ante el presentimiento de que lo peor todavía estaba por llegar. Killian le devolvió el gesto con firmeza mientras susurraba dos palabras al oído de la joven que le devolvieron de inmediato la confianza en sí misma: "Estoy aquí". Ella lo miró con dulzura a los ojos, sonrió mientras se perdía de nuevo en aquel océano azul.

— Lo sé, por eso todavía no me he roto — murmuró y besó sus labios antes de salir de la casa con las manos todavía entrelazadas.

Ambos siguieron los pasos de Ruby mientras los conducía a la parte posterior de la casa. Emma fijó la mirada en los cristales de las ventanas e imaginó la vida que habría tenido en aquel lugar. Visualizó las siluetas de sus padres junto a su cuna y trató de trazar en el rostro difuminado de su madre una sonrisa de orgullo al ver cómo su hija pataleaba y los miraba con curiosidad. Su padre abrazó por la cintura a la mujer y le susurró algo al oído que ocasionó la carcajada de ambos y la fusión de ambas siluetas en un beso. Ante el horror de Emma, la imagen que se proyectaba tras los cristales cambió pocos instantes después y se convirtió en un auténtico infierno. La sala se tornó rojiza y una enorme sombra cayó sobre sus padres y rompió el beso que los unía. A continuación llegaron los gritos. Chillidos de agonía y terror que estallaron en la cabeza de Emma y la obligaron a soltar la mano de Killian y taparse los oídos. Cerró los ojos y cayó de rodillas mientras agitaba la cabeza en un intento desesperado de borrar el horror que se dibujaba en su mente.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora