Capítulo 23: Familia

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Capítulo 23: Familia

El viento rugía con fuerza en el exterior de la pequeña cabaña y las hojas caían ininterrumpidamente confeccionando una densa alfombra que cubría todo el suelo. Emma estaba acurrucada en una vieja cama que crujía cada vez que se movía. Sentía como el frío del otoño le entumecía los músculos y sus dientes comenzaron a castañear sin que pudiera evitarlo. Neal y ella habían encontrado aquella vieja casa abandonada hacia unas pocas semanas y, aunque en un principio creían que refugiarse allí era una buena idea, Emma empezaba a darse cuenta de que estaban equivocados. Parecía que la tempestad derrumbaría la vivienda en cualquier momento y el viento helado penetraba sin permiso por las grietas abiertas como heridas supurantes en la madera carcomida por el paso del tiempo. La chica se levantó y se dirigió a un armario en busca de algo con lo que pudiera abrigarse.

Neal había salido hacia unas horas y había insistido en que ella se quedara en la casa cuando le había ofrecido acompañarle. Un rápido vistazo a la ventisca del exterior hizo que Emma aceptara su propuesta y volvió a envolverse con la manta poco después de que él se marchara. Era la tercera vez que se iba en poco tiempo y últimamente sus viajes eran más prolongados que de costumbre. La mujer no le daba mucha importancia a aquel asunto, ya que había aprendido a convivir con la soledad pero en días como aquel echaba de menos unos brazos que la protegieran del frío. Suspiró hondo y empezó a rebuscar entre los cajones del armario con la esperanza de hallar algo que le hiciera dejar de temblar. Sus dedos palparon algo suave y mullido en el fondo del mueble y lo sacó rápidamente para abrigarse con él. Sin embargo sus manos quedaron paralizadas cuando vio lo que estaban sosteniendo. Extendió la tela delante de sus ojos y la observó desde todos los ángulos posibles preguntándose si se encontraba ante el mismo objeto que recordaba o su memoria la estaba traicionando. Se trataba de una capa blanca ribeteada de oro y plata idéntica a la que habían robado hacía más de dos mes y cuyo desenlace de los acontecimientos continuaba obsesionándola.

Emma se sentó en la cama que emitió un quejido cuando la chica descansó todo su peso sobre ella. Pasó los dedos por la superficie de la tela y estos se hundieron ligeramente en ella. ¿Cómo podía tratarse de la misma capa? Era completamente imposible. Neal le había asegurado que ya se la había entregado al hombre que hizo el encargo, e incluso le había enseñado el dinero de la recompensa. Por ese motivo la única explicación lógica que se le ocurría es que el ladrón le hubiera mentido y aquello le resultaba igual de incomprensible. De pronto la puerta se abrió con un golpe seco y Neal apareció al otro lado de la habitación con la preocupación reflejada en el rostro. Le había dicho que estaría unas horas fuera y sin embargo solo habían pasado veinte minutos desde que había abandonado la casa. Cuando vio a Emma sentada en la cama, con la capa sobre sus rodillas, sus ojos se abrieron de par en par.

- ¿Olvidabas algo? – dijo alzando el trozo de tela ante sus ojos sin ocultar su enfado - ¿Qué significa esto, Neal?

El hombre continuaba con la mirada posada en la capa sin atreverse a alzar los ojos y enfrentarse a Emma. Se mordió el labio inferior y empezó a caminar hacia ella con pasos cortos pensando en cómo podría explicárselo. Temía enfrentarse a aquella situación desde el primer instante en que había percibido que no había cogido la capa. Su mente comenzó a imaginar cientos de posibles excusas y argumentos que pudieran evitarle un conflicto con la chica rubia, pero sabía que al final saldría la verdad a la luz y era mejor confesarlo todo desde el principio. Tal vez, con un poco de suerte, ella lo comprendería.

- Puedo explicártelo… - comentó arrastrando las palabras mientras se sentaba a su lado sin llegar a rozarla.

- Eso espero – contestó la chica dejando caer la capa sobre las rodillas de Neal – será mejor que tengas una buena explicación.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora