Capítulo 19: El intercambio perfecto

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Capítulo 19: El intercambio perfecto

La mano de Garfio presionó con más fuerza la garganta del hombre que lo miraba atemorizado y no podía dejar de temblar. Se arrepentía de haberle dicho que  había podido ver a las personas que se llevaron a la chica hacía ya varias horas porque el pirata llevaba desde entonces formulándole muchas preguntas que no podía responder. Había querido ayudarle con la mejor voluntad, pero se daba cuenta de que había cometido un gran error.

- ¿Dónde está? ¿Dónde se la han llevado? – los ojos de Garfio ardían como dos llamaradas azules y ejerció todavía más presión sobre el cuello del hombre.

- No lo sé, se lo juro – hablaba entrecortadamente debido a la falta de aire y el pánico que sentía – le he dicho todo lo que he visto.

La paciencia del capitán se estaba agotando. Llevaba varias horas con aquel hombre y todavía no había conseguido sacarle información sobre el paradero de Emma. El tiempo corría en su contra y cada segundo que pasaba allí era un instante que perdía para buscarla. Observó al hombre luchando por escapar de la presión de su mano y vio el pánico en sus ojos mientras le suplicaba que le dejara marcharse. No sintió lástima ni compasión por él. Emma estaba en peligro y aquel inútil ni siquiera la había ayudado. Lleno de odio y resentimiento cogió la espada que había a su lado y la acercó a su pecho sin detenerse a pensar en sus actos. La pena que sentía en esos instantes lo cegaba de toda cordura.

- No, por favor... - dijo el hombre intentando retrasar lo inevitable pero el pirata hundió la espada en su cuerpo antes de que terminara la frase.

- Pirata... - le escupió el hombre a la cara a modo de insulto.

Killian soltó el arma con mano temblorosa y dio un paso atrás. Observó consternado el cuerpo del hombre retorcerse y contraerse de dolor a causa de la herida mortal que el pirata acababa de asestarle en el pecho. Generalmente utilizaba el garfio para amenazar y matar a sus prisioneros pero desde que había tocado y acariciado el cuerpo de Emma con él no quería mancillarlo de ninguna manera. Tras un último espasmo el cuerpo quedó inmóvil con los ojos abiertos fijos en el pirata, observándole desde el vacío y acusándolo por lo que acababa de hacer. ¿Qué pensaría Emma de lo que acababa de ocurrir? Killian se vio obligado a apartar la vista del cadáver y de pronto sintió todo el peso de la culpa y el remordimiento sobre sus hombros. Tal vez era cierto lo que todos pensaban de él, que no era más que un pirata despiadado y sin corazón, incapaz de sentir compasión o piedad por los demás. Se dio cuenta de que Emma era la única persona capaz de frenar aquel comportamiento que le caracterizaba y que tanto odiaba de sí mismo. Ella era su paz y su felicidad, y ahora estaba en peligro por su culpa. Si no la hubiera animado a que visitará el pueblo o hubiese ido con ella, en esos momentos la chica estaría a salvo a su lado. A pesar del dolor que se arrinconaba en su corazón, era consciente de que lamentándose no conseguiría encontrarla.

- ¡Smee! – gritó para que pudiera oírlo desde cualquier parte del barco y acudir a su llamada lo antes posible.

Tras unos segundos de espera la cabeza del hombre asomó por la abertura de la mazmorra.

- ¿Sí, mi capitán? – respondió con el tono sumiso con el que solía dirigirse a Garfio.

- Aparta eso de mi vista – contestó señalando al hombre muerto que había detrás de él.

Siempre que se dirigía a uno de los miembros de su tripulación utilizaba un tono frío y agresivo que no dejará mostrar cómo se sentía en realidad. Si manifestaba signos de debilidad ante aquellos rufianes le perderían el respeto y dejarían de obedecerle; por este motivo había aprendido a mantener las apariencias. Miró a Smee con dureza dándole a entender que no aceptaba una negativa por respuesta y el marinero se dispuso a acatar sus órdenes. Arrastró el cuerpo fuera de la mazmorra y Killian hizo todos los esfuerzos posibles por no mirarle mientras lo hacía.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora