Capítulo 9: No te olvidaré

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Capítulo 9: No te olvidaré

Cuando Garfio levantó la mirada, la sirena ya se había ido. Se sentía culpable por no haberle mostrado toda la gratitud que sentía por lo que acababa de hacer, pero en aquellos momentos todos sus sentidos se encontraban centrados en Emma. No podía soportar la idea de perderla, no ahora que empezaba a recordar lo que era la felicidad. Rozó su mejilla con la mano mientras esperaba a que reaccionara. La necesitaba a su lado, la necesitaba de verdad más allá de toda venganza. Pasaron varios segundos, que al pirata le resultaron eternos, y la chica comenzó a escupir el agua que le impedía respirar. Garfio suspiró aliviado y sin pensar ni siquiera lo que hacia la atrajo hacia sus brazos y hundió el rostro en su cabello.

- ¿Qué haces? – la pregunta de Emma fue apenas audible porque notaba la garganta seca y respiraba con dificultad.

Killian deshizo un poco el abrazo para facilitarle la respiración pero no la soltó del todo. Estaba por fin segura entre sus brazos. Todo lo anterior parecía una simple pesadilla que no quería volver a vivir.

- Estás viva – fue lo único que pudo decir.

Emma se sorprendió con aquellas palabras. Era cierto, estaba viva. Había vuelto a rozar la muerte con la punto de los dedos y una vez más se había salvado pero ¿cómo? Solo recordaba el agua presionando su pecho y llevándosela a la oscuridad.

- ¿Cómo me has sacado del agua? La tormenta era muy fuerte y tú intentabas controlar el barco… - alzo los ojos y vio los destrozos que la tormenta había ocasionado en el navío. Había algunas velas rotas pero por lo demás no parecía muy dañado.

Garfio la soltó y clavó su mirada en la de ella.

- No fui yo. Ariel te salvó.

La mujer no podía creer lo que acababa de oír, ¿la sirena? ¿Por qué? Pensaba que su deuda con ella ya era lo suficientemente grande y ahora la salvaba de morir ahogada. Aquello no tenía ningún sentido. Era su oportunidad de dejarla morir, de vengarse por aquel día en el que la había abandonado en la celda a su suerte sin ni siquiera volver la vista atrás y la había desaprovechado. Tenía muchas preguntas en su cabeza pero la mirada de Garifo la volvió a dejar en blanco como tantas otras veces desde que le conocía.

- Estabas preocupado por mí.

El dolor cruzó los ojos del pirata y su mirada se intensificó.

- Tienes una imagen muy equivocada de mí, Swan – la miró de arriba abajo y frunció el ceño – tu ropa está empapada, será mejor que te cambies. Ven, acompáñame.

El pirata desapareció por las escaleras que daban a los camarotes y Emma dudo unos instantes en seguirle, pero finalmente la incomodidad de la ropa mojada y el frío que empezaba a recorrer todo su cuerpo la convencieron. Bajó detrás de él y observó cómo se acercaba a un hueco que había en la pared cubierto con varios tablones de madera. Emma lo miró con curiosidad mientras sacaba lo que tenía allí escondido. Garfio rozó las telas con suavidad como si pudiesen desintegrarse en sus brazos de un momento a otro y se las ofreció con la misma delicadeza.

- Póntelas – le dijo mientras le entregaba una camisa negra de mangas anchas, un chaleco y unos pantalones de cuero negro.

Emma miró la ropa femenina con desconfianza, ¿de quién sería? ¿De Ariel? Aquello era lo más lógico, teniendo en cuenta que la sirena debía vivir en el barco hasta que ella apareció. Cogió la ropa y espero a que Garfio se fuera del camarote, al ver que no lo hacía frunció el ceño.

- Sigo esperando a que te marches.

- Oh, vaya – contestó con cierta decepción en la voz – pensaba que querrías que te ayudara a quitarte toda esa ropa mojada.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora