Capítulo 20: Objetivo equivocado

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Capítulo 20: Objetivo equivocado

"Fija el objetivo. Apunta. Dispara." La fecha silbó por el aire antes de hundirse en el centro de la diana. Emma llevaba horas practicando aquel entrenamiento, había mejorado considerablemente desde la última hora. Los lanzamientos eran limpios y precisos. Se apartó el pelo hacia atrás, sujetó el arco con firmeza y se dispuso a lanzar otra flecha en la siguiente diana. La chica se sobresaltó cuando notó que alguien le daba unos toques en el hombro derecho intentando captar su atención, provocando que la flecha se desviara de su trayectoria. Cuando se clavó en una esquina de la diana, el hombre que tenía detrás de ella comenzó a reír.

- ¿Toda la mañana lanzando flechas y esto es lo mejor que sabes hacer?

Emma frunció el ceño claramente molesta y se giró hacia Neal, enfrentándose con su expresión divertida.

- Me has distraído – dijo mientras señalaba con la mano el resto de dianas – esto no se me da tan mal.

El hombre sonrió y le apartó con suavidad un mechón de pelo antes de continuar hablando.

- Ya lo sé. Llevo un rato observándote y debo admitir que se te da bastante bien, ¿de verdad es la primera vez que haces esto? – preguntó rodeándola por la cintura y acercándola hacía él.

Emma asintió y le dio un beso en los labios. Llevaban ya tres meses juntos desde que sucedió el accidente en el palacio. Por primera vez había decidido trabajar en equipo con otra persona y la experiencia estaba siendo agradable para sorpresa de la chica. Ella y Neal formaban un buen equipo y se coordinaban perfectamente para realizar los trabajos que les encomendaban. Además de la parte meramente profesional, Emma estaba enamorada de aquel ladrón y no tenía miedo de reconocerlo. Él era la primera persona que había cuidado de ella y se había ganado su confianza.

Neal se distanció unos centímetros de la chica y extrajo un papel arrugado de una de sus alforjas. Se lo entregó a Emma para que lo leyera y ella observó con el ceño fruncido la cuidada caligrafía en la que estaba escrito su próximo encargo. El lugar que había escrito no estaba demasiado lejos de donde se encontraban y correspondía a una zona humilde donde los pueblerinos no disponían de demasiados recursos económicos.

- ¿Qué tenemos que robar? – preguntó Emma expresando su duda en voz alta – la dirección corresponde a una zona humilde. Dudo que una persona de allí pueda tener algo que merezca ser hurtado.

Neal guardó el papel en la alforja antes de responder.

- Una capa blanca ribeteada de oro y plata. Es lo único que me ha dicho.

Emma asintió. La mayoría de los objetos que habían robado en los últimos meses eran mágicos y encerraban un gran poder. Ellos nunca preguntaban el motivo por el que debían robarlo, ya que lo único que les interesaba era la recompensa que obtenían por su trabajo. Generalmente ese tipo de elementos lo poseían personas ricas y poderosas que tenían el suficiente poder adquisitivo para obtenerlos. De todos modos, la chica pensó que no debería extrañarle tanto el hecho de que un hombre humilde pudiera tener un objeto con aquellas propiedades. La magia podía encontrarse en cualquier rincón del mundo y pasar desapercibida para el resto de personas. Ella misma era un ejemplo de ello.

- ¿Cuándo iremos a por ella? – preguntó mientras guardaba el arco y las flechas y se sentaba en el suelo dispuesta a descansar un rato.

- Esta tarde, justo antes de que anochezca. – contestó Neal sentándose a su lado con las piernas cruzadas.

Emma se tumbó y apoyó la cabeza en sus piernas con la mirada fija en las nubes. Le gustaba la nueva vida que habían construido juntos. En cierto modo, no se distinguía demasiado de la que había tenido en solitario hasta ese momento, con la gran diferencia de que ahora tenía con quién compartirla. Neal comenzó a jugar con su cabello y la mujer cerró los ojos dejándose llevar por la paz que la envolvía.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora