Capítulo 8: Un extraño poder

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Capítulo 8: Un extraño poder

“¿Así era como acababa todo?” El agua la empujaba de un lado a otro como a una muñeca de trapo, y ya no podía ni ver ni oír lo que ocurría a su alrededor. La tormenta continuaba rugiendo en la superficie pero Emma ya ni siquiera sabía dónde estaba la superficie. Solo sentía la fuerza del agua presionando sobre su pecho, inundándole los pulmones, aturdiendo sus sentidos y robándole segundo a segundo los últimos resquicios del aire que le quedaba. Se moría, aquella era la realidad. La vida se le escapaba de entre los dedos y no podía hacer nada para impedirlo. Recordó, en un momento de última lucidez, cuando fue la última vez que había sentido la muerte tan cerca. Tal vez, fue aquel día que la hirieron en el hombro con la espada, justo antes de que todo se volviera negro. Esa vez tuvo más suerte. Tardó apenas unos segundos en perder la consciencia y cuando despertó ya se encontraba a salvo, con una gran venda ensangrentada cubriéndole la herida. Ardía terriblemente pero al menos estaba viva.

En esta ocasión, todo era diferente. Su mente se negaba a caer en el abismo y su cuerpo seguía luchando por mantenerse aferrado a la vida. Solo quería que aquello pasara rápido, que la muerte o el desvanecimiento acabara con el horrible sufrimiento. Cada vez la sensación de ahogo era más fuerte y finalmente su cuerpo aceptó la derrota. Sintió como se rendía en una lucha que ya había perdido hacía varios minutos y simplemente se dejaba caer hacía el fondo del mar. Ya nada importaba. No le quedaban fuerzas, aire ni esperanzas por sobrevivir. Aquel era el fin, y tal vez era lo mejor dada su situación. Su vida siempre había sido un desastre, una búsqueda continua de un lugar al que poder llamar hogar y que nunca había sido capaz de encontrar. El mundo no estaba hecho para ella, nadie la echaría de menos. Con este último pensamiento notó agradecida como  la oscuridad empezaba a inundar su mente trayéndole la paz que tanto deseaba. Antes de cerrar definitivamente los ojos pudo ver como una sombra se dirigía a gran velocidad hacia ella, ¿sería solo una alucinación? No tuvo tiempo de averiguarlo, ya que la inconsciencia, finalmente, había llegado.

***

“¿Por qué la he salvado? La verdad es que no lo sé, no tengo ni idea. Simplemente la vi allí revolviéndose como un pez atrapado en una red, buscando desesperadamente un poco de aire que la mantuviera con vida y no lo pensé dos veces: la cogí y la saqué del agua. Supongo que lo hice por él, porque lo amo y ansío su felicidad por encima de todo, aunque no sea a mi lado.”

La sirena nadaba a gran velocidad por el agua intentando apartar los momentos que acababa de vivir de su cabeza pero le resultaba prácticamente imposible. Hacía apenas unos minutos había sacado a aquella mujer del agua y la había llevado hasta el Jolly Roger. La tormenta ya había cesado cuando entre ella y Garfio la subieron al barco y solo unas finísimas gotas de agua caían sobre ellos. Pudo soportar ver el alivio en los ojos del pirata cuando la vio llegar con la chica rubia a salvo entre sus brazos, incluso observó impasible y con indiferencia como apoyaba la mano sobre su rostro y pronunciaba su nombre una y otra vez con una ternura que jamás le había escuchado en la voz; y hasta permaneció allí cuando el capitán presionó su pecho con ambas manos en un acto desesperado de conseguir que escupiera el agua que le obstruía la respiración. Sin embargo, nada de aquello parecía funcionar, tal vez había llegado demasiado tarde y ya era inútil intentar salvar su vida. Fue en ese momento cuando presenció algo que simplemente le hizo apartar la mirada, darles la espalda y zambullirse de nuevo en el agua intentando que las imágenes que acababa de ver no tomaran fuerza en su mente, pensar que todo aquella no era real.

En el instante en el que Garfio vio que Emma no daba señales de vida, abrió sus labios despacio con ambas manos y apoyó su boca en ellos ofreciéndole el aire necesario para que volviera a respirar. Ariel notó una punzada de dolor en el pecho y ni siquiera se quedó para ver si la mujer se salvaba. Ya daba igual, ella sobraba completamente en aquella escena y lo mejor que podía hacer era no torturarse más observándola. Si Emma conseguía volver a respirar no quería estar allí para presenciar el reencuentro. Ahora entendía perfectamente las palabras que le dijo su padre cuando ella insistía en visitar el mundo de los humanos: “Ese mundo es peligroso”. Tenía toda la razón, aunque la amenaza no se encontraba en los pescadores, las redes y los arpones. No, el verdadero riesgo de aquel mundo era entregarle a otra persona tu corazón y ver como ella lo rechazaba. Eso dolía más que cualquier anzuelo clavado en su cola de sirena. Los humanos tienen esa extraña habilidad de destruirse entre ellos sin ni siquiera pretenderlo, ¿no era ella quién quería aprender cosas de ese extraño y, a sus ojos, maravilloso mundo? Bien, ya había aprendido una: que te rompan el corazón dolía más de lo que ella jamás habría imaginado.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora