Capítulo 30: Heridas de un viejo navío.

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Capítulo 30: Heridas de un viejo navío.

Killian pasó lentamente el garfio por los pechos de la chica rubia y ella aguantó la respiración durante unos instantes. Cerró los ojos mientras disfrutaba del tacto frío del metal contra su piel cálida que se estremecía con cada caricia del pirata. El garfio continuó ascendiendo por su cuello y su mentón lentamente. Killian se deleitaba en cada movimiento, observando con una sonrisa de medio lado como se erizaba la piel de Emma ante su tacto. Finalmente apoyó el garfio sobre los labios de la chica y ella abrió los ojos para perderse en su mirada. El metal fue rápidamente sustituido por un beso dulce e intenso que encendió los sentidos de ambos. La pálida luz de la luna acariciaba la espalda desnuda del pirata y se filtraba sin permiso en su cabello oscuro convirtiéndolo en plata. Emma estaba completamente envuelta por la penumbra, debido a que el cuerpo de Killian no permitía que la claridad la alcanzara. Únicamente sus brazos huían de la oscuridad al enredarse en torno a su cuello para aproximarlo a ella. Tan solo se escuchaba el murmullo lejano de las olas que chocaban contra el casco del navío. Una melodía que lograba alcanzar la intimidad de la pareja y se convertía en testigo y confidente de su amor. Killian rozó la mejilla de Emma con su única mano mientras aproximaba el  garfio a uno de sus muslos y le provocaba un escalofrío de placer. La chica dejó escapar un gemido que quedó silenciado por la boca del pirata mientras sentía como el frío metal ascendía por su piel hasta rozar levemente su parte más recóndita.  Emma se separó de los labios del hombre al que amaba y echó la cabeza hacia atrás sin poder reprimir el quejido que emergió de su pecho. Aquel juego comenzaba a impacientarla y con cada caricia su excitación aumentaba. Cerró los ojos deseando que aquella dulce tortura llegara a su fin y se mordió el labio reprimiendo otro gemido. El  pirata por su parte disfrutaba observándola. Besó con delicadeza su vientre, apenas rozándolo con los labios, y deslizó la lengua lentamente hacia arriba hasta llegar a sus pechos. Tiró con suavidad de uno de los pezones y una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro cuando Emma arqueó ligeramente la espalda y arrugó la sábana entre sus dedos. 

— Killian… — susurró al mismo tiempo que abría los ojos y se cruzaba con su mirada llena de deseo.

El pirata se estremeció al escuchar su nombre en los labios de aquella mujer y continuó recorriendo su cuerpo con los labios hasta llegar a la altura del oído. Apartó algunos mechones rubios que lo cubrían y suspiró muy lentamente contra su piel provocándole un cosquilleo que le cortó el aliento.

— Dime, amor — susurró pegando la boca a su oreja.

Emma rio en voz baja al comprobar que Garfio continuaba con su juego de la seducción y formuló una pregunta que consiguió desconcertarlo.

— ¿Cuántos años tienes, Killian? — dijo intentando mantener un tono de voz serio.

La pregunta tuvo el efecto que la mujer esperaba y él se apartó de su oído.

— ¿Qué? — Buscó su mirada y frunció los labios sin ocultar su confusión — ¿Por qué me preguntas eso?

Emma sonrió divertida y le acarició la espalda muy lentamente mientras se aproximaba a su oído para responderle.

— Porque parece, Capitán… — murmuró mientras seguía deslizando los dedos por su piel recorriendo la línea de su columna vertebral — que no sabes distinguir cuando una mujer ha llegado al límite.

Una carcajada resonó en el pecho del pirata al escuchar aquellas palabras y en su mirada volvió a asomar ese ápice de picardía que tanto le caracterizaba. Pasó la yema del dedo por los labios de Emma trazando la curvatura que formaban sobre su rostro cuando sonreía. Los contempló durante unos instantes antes de besarlos con pasión. Comenzó siendo un beso lento pero al cabo de pocos segundos ambas bocas se buscaban la una a la otra con verdadera desesperación. Emma hundió la mano en el cabello del pirata mientras jugaba con su lengua y saboreaba aquellos labios que tanto amaba. Se habían convertido en el refugio de su dolor, en la mejor medicina para cicatrizar sus heridas. Killian posó la mano en su mejilla mientras la besaba. Jamás lograba acostumbrarse a la oleada de emociones que le provocaba tenerla tan cerca. Podía sentir como todos los pedazos de su corazón maltrecho se unían en el interior de su pecho. Ella abrió los ojos y Garfio pudo comprobar el ansia que se agolpaba en su mirada. Como ella misma había indicado estaba alcanzando el límite.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora