Capítulo 11: Pocas cosas son infinitas

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Capítulo 11: Pocas cosas son infinitas

Cuando Emma salió a cubierta, vio a Garfio sentado en una esquina y con una petaca de ron entre los dedos. Tenía los ojos cerrados y la chica volvió a permitirse unos segundos de intimidad para observarlo en silencio. Estaba rodeado por la penumbra e iluminado tenuemente por la débil luz de una antorcha situada junto a él. El trémulo fulgor de la llama jugaba con sus párpados y acariciaba su rostro y su cabello otorgándole un halo de misterio, como si aquel hombre no fuese más que una aparición fantasmal en su propio navío. Parpadeó varias veces para salir del ensimismamiento y se dirigió hacia el pirata con paso firme. Cuando Garfio la escuchó llegar abrió los ojos y le ofreció una gran sonrisa.

- ¿Sigues despierta, Swan? Tal vez debería haberme quedado antes para ayudarte a dormir – inclinó ligeramente la cabeza con un brillo travieso en los ojos.

La chica puso los ojos en blanco y se sentó a su lado sin decir nada sobre su insinuación.

- ¿Quieres?

Le tendió la petaca y Emma recordó la primera vez que había tenido ese gesto con ella, justo antes de revelarle que conocía su secreto. A diferencia de aquella vez la chica aceptó la oferta y dio un largo sorbo de ron. Una gota de bebida se esparció por la comisura de sus labios y Killian la recogió con un dedo antes de llevársela a la boca y lamerla lentamente, provocándola de nuevo. Emma le miró molesta y el pirata trató de justificarse.

- No me gusta desperdiciar el ron – dijo mirándola fijamente a los ojos – pero entiendo que te molestes, lo correcto habría sido quitártela con un beso como el de antes. Lo siento.

Se aproximó a ella y le aparto el cabello con el garfio colocándoselo detrás del hombro izquierdo sin abandonar la sonrisa traviesa que le caracterizaba. La mujer dio un pequeño suspiro de resignación.

- Ya te he dicho antes que eso solo ha sido un error – contestó sin ocultar su enfado.

- ¿No te ha gustado? – Acercó su rostro al de la chica hasta quedar junto a su oreja y sus palabras le produjeron un cosquilleo que se extendió por todos los poros de su piel y le aceleró el corazón – A mí no me ha parecido en absoluto un error y no me importaría volver a repetirlo.

Garfio se apartó de ella tras un último suspiro sobre su oreja y la miró fijamente. ¿Si le había gustado? Era prácticamente en lo único que pensaba desde que la había dejado sola en el camarote, y en esos momentos apenas se resistía a la tentación de mirar sus labios cada segundo. Sintió la urgencia de volver a fundir su boca con la del pirata pero se recordó a sí misma que había salido a hablar con él con otro propósito. Necesitaba conocerlo mejor, saber que secretos guardaba y si podía confiar en él.

- Acepté colaborar contigo en lo que me pediste – comenzó ignorando la pregunta del beso – pero me gustaría saber porque deseas vengarte del Ser Oscuro. No voy a cambiar de idea respecto a lo de prestarte mi ayuda, solo quiero conocer los motivos.

Killian abandonó toda expresión de felicidad sopesando lo que Emma le estaba pidiendo. La observó detenidamente bajo la claridad que proporcionaba el fuego de la antorcha y por primera vez, desde que había ido a buscarlo, se dio cuenta de lo bien que le quedaba la ropa de Milah. Se adaptaba perfectamente a su cuerpo realzando su figura y dándole un aspecto de verdadera pirata. Observó cada uno de los mechones dorados de su cabello y se sumergió unos instantes en el verde líquido de sus ojos que brillaban con auténtica curiosidad. Le pareció más bella que nunca y su corazón se encogió. Le daba miedo contarle la verdad, revelarle que el Ser Oscuro mató a la mujer que amaba porque ella decidió fugarse con él, ¿y si no era capaz de comprenderlo? No quería que aquella mujer tuviera una percepción de él todavía peor. Jamás había experimentado esa sensación y se sintió confuso. Siempre había estado seguro de sí mismo y se vanagloriaba de no temerle a nada; sin embargo, ahora, sentía como la palma de su única mano se empañaba de sudor por el miedo al rechazo y la incomprensión. Emma intuyó su preocupación y apoyó su mano derecha con delicadeza en el garfio del pirata intentando darle ánimos. Aquel gesto conmovió y sorprendió a Killian que la miró con cierta confusión, sintiéndose completamente vulnerable ante ella.

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora