Capítulo 12: Corazón de piedra

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Capítulo 12: Corazón de piedra

- ¿Así que no recuerdas nada de nuestro primer encuentro?

Ariel estaba apoyada en la borda del barco de espaldas al mar y mirando a Garfio con expresión divertida. El pirata giró un poco la vista para verla sin soltar el timón y le respondió con una sonrisa.

- Ya te dije que no me acuerdo de nada – volvió a fijar la vista en el horizonte – seguramente el ron borró cualquier recuerdo de aquel día. ¿Por qué te interesa tanto saberlo?

- Bueno, la verdad es que salí tan deprisa y asustada de aquella taberna que pensé que te reirías toda la vida de mí al recordarlo.

La sirena echó la cabeza hacia atrás mientras una pequeña carcajada se escapaba de sus labios invadiéndolo todo. Su risa era dulce y melódica, como una suave brisa de verano en un día demasiado asfixiante, y con cada movimiento su cabello rojizo flotaba alrededor de su rostro y brillaba ligeramente a la luz del sol. Desde que ella había llegado al navío las sonrisas en el rostro de Garfio eran más sinceras y por unos minutos u horas conseguía olvidar su dolor. Ariel se sentía realmente feliz de poder hablar abiertamente con Killian de cualquier cosa y de que sus inseguridades y temores hubieran desaparecido por fin. Él era la persona en la que más confiaba y ya no tenía miedo de mostrarle su verdadera personalidad, con sus virtudes y defectos. Eran amigos, confidentes y amantes y eso era lo único que le importaba.

- Tal vez sería así, si lograra acordarme de algo – contestó él con tono de burla – pero tienes la suerte de que tengo un vacío absoluto sobre aquel encuentro.

- Estabas con varias mujeres... - dijo Ariel con un tono cargado de tristeza. Volvía a sentir aquella odiosa punzada en el pecho causada por los celos.

Garfio no se giró para ver su expresión, ya que podía imaginársela bastante bien al escuchar la forma en la que había pronunciado la frase. No le extrañaba en absoluto que la primera vez que lo había visto estuviera rodeado de varias mujeres. Solía vivir con la falsa ilusión de que el placer puede ser el perfecto sustituto del amor, y al mismo tiempo él sabía mejor que nadie que aquella era la más vil de las mentiras. Sin embargo, continuaba frecuentando esas compañías aún con Ariel a bordo del Jolly Roger, pero era consciente de la tristeza que aquello le provocaba a la chica y no podía evitar sentirse culpable por ello.

- Al final me encontraste – dijo para romper la tensión del momento – y te quedaste, tal y como dijiste.

- Pues claro que sí, Capitán - contestó con orgullo – yo siempre consigo lo que me propongo.

El pirata se sintió un poco molesto al escuchar aquellas palabras. Ariel solía insistir constantemente en que algún día lograría su amor y podrían comenzar una nueva vida juntos, pero aquello no era tan sencillo como ella pensaba. Sabía que aquella relación que mantenían no era igualitaria por ambas partes y eso en el fondo les provocaba dolor. La sirena pareció intuir el hilo de sus pensamientos y negó levemente con la cabeza aunque él continuaba de espaldas a ella y no pudo ver  el gesto.

- ¿Crees que podrás volver a amar a alguien, Garfio? ¿Piensas que existe alguna posibilidad de que alguien vuelva a hacer latir ese corazón de piedra que tienes en el pecho? – Su voz sonaba realmente molesta y se apartó de la borda del navío dispuesta a alejarse de Killian - vives en el pasado y no consigues abrir tu corazón a nadie más. Ni siquiera pareces ser consciente de todo lo que hago por ti.

Pasó por su lado sin dirigirle la mirada y el pirata solo observó ausente como se marchaba sin encontrar fuerzas en su interior para llamarla o intentar retenerla. Sus palabras le habían hecho reflexionar, ¿conseguiría alguien recordarle que era el amor? Después de tantos años sin sentirlo, el amor no le parecía más que un fantasma del pasado, un espectro de tiempos mejores que jamás volvería a encontrar un lugar en su interior. En realidad, el amor era aquel sentimiento del que se había despedido cuando vio el cuerpo de Milah caer al agua y perderse en sus profundidades.

Ariel estaba a punto de abandonar la embarcación, cuando de pronto un cañonazo sonó en la lejanía y el pirata se volvió sobresaltado. La sirena también lo escuchó y sin pensárselo dos veces volvió junto a Killian para ver que ocurría. Los ojos de ambos se posaron sobre un barco de velas negras que se dirigía directamente a ellos con la clara intención de atacarlos. El cañonazo solo había sido un primer aviso: estaban dispuestos a abordarlos y no tenían ninguna intención de ocultarlo.

- Vete, Ariel – le pidió él – vete y ponte a salvo antes de que lleguen.

- No – negó ella tajante – lucharé a tu lado.

- Este es mi navío, yo doy las órdenes – gruñó entre dientes intentando conservar la calma –. Sal del barco y vuelve cuando todo haya pasado.

Ella le miró de soslayo y reprimió un largo suspiro. Garfio ya sabía que era en vano que discutieran, cuando tomaba una decisión era casi imposible hacerle cambiar de idea. La testarudez era un rasgo que la definía bastante bien y era lo que le había permitido tomar la decisión de emerger al mundo humano, conocer a Killian y no rendirse en su intento de hallarlo y comenzar a vivir a su lado. Era constante en su voluntad de llevar a cabo todo lo que se proponía a pesar de las adversidades. Ella se habría prometido a sí misma que siempre estaría al lado del pirata cuando fuera necesario y no iba a abandonarlo en aquel momento.

- Me quedo – dijo tajantemente, sin el menor atisbo de duda en la voz.

Garfio la miró de reojo y luego se dirigió a los demás marineros.

- Preparaos para el combate, compañeros – su voz se interpuso por encima de cualquier sonido y atrajo la atención de todos los tripulantes – nos atacan.

Señaló con el garfio al barco que se aproximaba hacia ellos cada vez más rápido y de inmediato el resto de piratas se pusieron en movimiento. Comenzaron a coger todo tipo de armas que encontraran a su alrededor, cargaron la pólvora en los cañones y adoptaron su posición de ataque en apenas unos minutos.

- Bien, amor – el pirata se dirigió a la sirena sin apartar la vista de sus enemigos – debo avisarte de que es posible que ninguno de los dos salgamos vivos de esto. Solo procura ser más lista que ellos y aprovecha cualquier oportunidad para hundir la espada en sus cuerpos. Ellos no tendrán piedad con ninguno de nosotros.

Ariel asintió en silencio asimilando sus palabras. Le sudaban ligeramente las palmas de las manos y sentía como el miedo luchaba por abrirse paso en su interior, pero respiro hondo y fijó la mirada en el barco enemigo. Fuera como fuera ambos saldrían vivos de aquel ataque, estaba segura.

***

Los recuerdos del pirata se interrumpieron cuando sintió un ligero peso en el hombro izquierdo. Hacía un buen rato que él y Emma se habían sentado de nuevo uno junto al otro y habían estado hablando de algunos temas sin importancia tratando de aliviar el insomnio. En algún momento de la conversación ambos se callaron y Garfio comenzó a pensar en aquellos momentos con Ariel justo antes de que les atacaran, cuando creyó que la vida de ambos estaba en peligro. Fue la primera vez, tras la muerte de Milah, en el que se preocupó por alguien que no era él mismo.

Ahora Emma dormía profundamente sobre su brazo mientras su pecho subía y bajaba en calma. Garfio no pudo evitar sorprenderse ante aquel acto tan genuino, parecía que por fin ella empezaba a confiar en él; lo cual le daba esperanzas para decidirse a mostrarle qué clase de hombre era en realidad. No podía permitir que lo viera como un simple pirata. Le apartó un poco el cabello con la mano para observar su rostro y de repente sintió la necesidad de protegerla ante cualquier posible peligro. Estaba pensando en pedirle que olvidara el trato que tenían en cuanto despertara. No podía arriesgar su vida, le importaba demasiado.

La tomó entre sus brazos con suavidad y la llevó hasta el camarote para que pudiera dormir más cómodamente. En esta ocasión, decidió llevarla hasta su propia estancia que era algo más amplia y confortable que el resto. La tumbó en la cama dónde él solía dormir y la cubrió con un trozo de tela marrón para resguardarla del frío nocturno. Emma se removió un poco pero no se despertó y Killian le dio un pequeño beso en la frente a modo de despedida. "Que descanses, Swan" le susurró, aunque ella no le escuchaba.

Salió del camarote para dirigirse al que anteriormente había ocupado Emma. Era más incómodo y estrecho, pero como él estaba acostumbrado a dormir en cualquier sitio, no le causaba ninguna molestia.

"Creo que finalmente la he encontrado, Ariel." Pensó mientras se acomodaba para conciliar el sueño. "Al fin he hallado a esa persona que puede volver a hacer latir el corazón de piedra que tengo en el pecho."

Derribando muros de salDonde viven las historias. Descúbrelo ahora