Edmund estaba algo borracho y totalmente agotado, había sido un día perfecto, rodeado de bellezas ardientemente latinas, que le brindaron total placer en muchas oportunidades. Sin duda alguna, había sido un gran respiro a la rutina que se había convertido solo tener sexo con sus amigas del Madonna.
Abrió la puerta de la suite dispuesto a dormir, por lo menos, unas cinco horas, antes de atender el último compromiso en el país. Al encender la luz, el corazón le dio un vuelco y la borrachera casi se le pasó de golpe.
—¡Walter, maldita sea! Piensas matarme del susto —reprochó al ver a su amigo sentado en el sillón junto a la ventana—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo. —Los latidos del corazón seguían alterado y estaba tembloroso. Caminó hasta la cama y se dejó caer sentado.
—No, del susto no pienso matarte, primero tendrás que escucharme —regañó poniéndose de pie y acercándose a la cama.
—No empieces Walter —se quejó desplomándose en la cama, dejando los brazos extendidos a cada lado y cerró los ojos, porque todo le daba vueltas—. Mañana podemos conversar durante el vuelo, ¿te parece?
—No, no me parece... Edmund ¿en qué estás pensando? ¿Qué mierda es lo que tienes en la cabeza? Te cogiste a Natalia Mirgaeva, te la cogiste... —aseguró, había tenido la certeza por la mañana cuando la vio en el pasillo solo vistiendo una gabardina y el cabello desordenado—. ¿En qué habíamos quedado? —preguntó, pero no recibió respuesta, aunque sabía que Edmund seguía despierto, eso lo enfureció todavía más—. Está bien, me largo y renuncio, ahora mismo me subo al primer avión y lo primero que encontrarás sobre tu escritorio cuando regreses a Miami será mi carta de renuncia —comunicó decidido a dejar de lado a Edmund, porque no era más que una causa perdida y se preguntaba dónde había quedado aquel joven con ganas de luchar.
No podía saber qué mierda le estaba pasando, era como si solo pretendiera autodestruirse, al llevar esa vida de excesos sexual y laboral.
—Esa hija de puta me jodió la vida, me destruyó —habló deteniendo la huida de Walter—. No merece menos de lo que yo viví... Tiene que pasar por el mismo infierno y voy a convertirme en su puto calvario... Walter, le supliqué y no tuvo compasión, no la tuvo, sabía que mi madre estaba enferma, lo sabía.
—Si no te tuvo compasión en ese entonces, que te hace pensar que pueda tenértela ahora —le dijo Walter volviendo a la cama y sentándose al borde—. Sabes lo que pasará si te reconoce, lo sabes.
—No va a reconocerme.
—Eso no puedo asegurarlo, llevar otro nombre no te cambia totalmente... Ni siquiera consigo comprender cómo no te ha reconocido o tal vez sí lo ha hecho, y solo está esperando el mejor momento para enviarte de regreso a la prisión, porque eso es lo que pasará si ella te denuncia... Edmund te lo advertí, te dije que la alejaras, pero decidiste mandar a la mierda la única condición por la que estás en libertad... Solo te bastó verla nuevamente para que todo cambiara su rumbo, no estaba en tus planes ninguna venganza, solo querías continuar con tu vida.
—¡¿Qué vida Walter?! —gritó—¡¿Qué puta vida?!
—La que recuperaste al salir de prisión, esa vida... Conseguiste una nueva oportunidad para ser lo que siempre soñaste y lo estás echando a la mierda.
—Esto... esto no es lo que soñé, ni siquiera me hace feliz lo que tengo, ni mil putas me hacen feliz, ni todos los lujos... No tengo absolutamente nada que me motive —sollozó sin poder evitarlo, la vulnerabilidad que le provocaba el alcohol, lo exponía por primera vez delante de Walter—. ¿Sabes que me haría feliz? Me haría feliz poder regresar el tiempo y no haber puesto mis ojos en Natalia Mirgaeva, pasar los últimos días de vida mi madre junto a ella, si no hubiese estado encerrado, mi padre no hubiese estado tan preocupado ni aturdido, porque lo habría acompañado ese maldito día y ese accidente se habría evitado... Me haría feliz poder deshacerme del maldito cargo de conciencia que me atormenta a cada minuto —sentía las lágrimas correrle por las sienes y el pecho agitado.
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LEY DE TALIÓN
General FictionLEY DE TALIÓN. Edmund Broderick entregó su corazón a la chica menos indicada, por lo que le tocó asumir las consecuencias, y con tan solo diecinueve años fue condenado a estar quince años en prisión, donde tuvo que decir adiós a sus sueños, para vi...