Natalia despertó con un terrible dolor de cabeza y con los ojos sumamente hinchados, tanto, que le costó un mundo abrirlos. Se quedó en la cama mirando al techo, mientras parpadeaba lentamente, sintiendo como si tuviese granos de arena al filo de los ojos.
La luz que se colaba por debajo de la persiana, le aseguraba que era de día; no sabía qué hora era, tampoco le interesaba saberlo, solo estaba ahí en la cama, casi inmóvil, respirando lánguidamente, con las sienes latentes por el dolor.
La música seguía casi susurrando en su habitación, era la voz de Adele, quien la acompañaba, con una interrogante que ella ya se había hecho millones de veces. ¿Qué pasará si no vuelvo a amar jamás? Mientras suplicaba por un recuerdo que pudiera atesorarlo.
Ese recuerdo ella lo tenía, realmente tenía muchos momentos que la ataban a ese pasado junto a Edmund, y que había atesorado por tantos años.
Se llevó las manos a la cabeza, haciendo una leve presión, como si con eso fuese a contener el dolor, pero no lo conseguía.
No sabía si encontraría la fuerza para salir de esa cama, no quería enfrentar al mundo, ni siquiera quería seguir siendo parte de él; suponía que ante ese pensamiento de querer dejar de existir, debía llamar a su psicóloga y contárselo, pero para ella era fácil, porque no estaba en sus pies, no sabía lo difícil que era su vida, que ninguno de sus consejos cambiaría la realidad que verdaderamente no quería enfrentar.
Todo era un completo caos, su madre ya no estaba y el vacío que había dejado era torturante, por otro lado, había descubierto que Edmund llevaba años en libertad, y meses de haber regresado a su vida sin darse cuenta.
Ahora tenía un hijo que aparentaba tener más de un año, lo que le estrellaba dolorosamente en la cara, que Edmund, apenas salió de prisión, rehízo su vida con otra mujer, que no la buscó, no pidió explicaciones, no quiso aclarar nada, lo que daba a entender que ya no le interesaba, no estaba en sus planes amarla, como ella lo había hecho todo ese tiempo.
Adele seguía cantando, recordándole a través de las letras, palabras que salieron de la boca de Edmund.
—Me dijo que yo sería su único amor, que iba a ser la madre de sus hijos, me dijo tantas malditas mentiras, que me he creído como una tonta... Cada día desde hace trece años he condicionado mi vida a él, a su amor... Esperando... ¡Qué ingenua he sido! —murmuró, sin poder controlar nuevamente sus lágrimas de dolor y decepción—. No me buscó, solo lo hizo para usarme, para jugar conmigo como lo hicieron sus amigos, como lo hicieron todos.
Impulsada por la rabia que le daba descubrir las intenciones de Edmund, se levantó, y haciendo caso omiso al dolor de cabeza, se fue al baño.
—Le prometí a mamá que no iba a permitir que me dañaran más, no puedo permitirlo... Tampoco puedo seguir dañándote Edmund, sé que por mi culpa te hicieron mucho daño, lo sé, pero a mí también me lo hicieron, también fui víctima. —Frente al espejo se limpió las lágrimas, tenía profundas ojeras y los ojos muy hinchados.
Se recogió el cabello, se puso un gorro de baño y se metió a ducharse; al salir se lavó los dientes.
Vistiendo solo el albornoz, bajó a la cocina y se tomó un par de calmantes; en la nevera se percató de que eran las dos y diez de la tarde, sin duda, el cansancio le pasó factura y había dormido más de lo que se había permitido en mucho tiempo.
Regresó a su habitación, agarró su portátil y empezó a escribir.
Señor
Empezó a escribir, pero no sabía si debía seguir con la fachada o simplemente exponerlo como Edmund. Después de pensarlo por varios minutos, decidió hacerlo de manera correcta, al fin y al cabo, legalmente Erich era su nombre.
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LEY DE TALIÓN
قصص عامةLEY DE TALIÓN. Edmund Broderick entregó su corazón a la chica menos indicada, por lo que le tocó asumir las consecuencias, y con tan solo diecinueve años fue condenado a estar quince años en prisión, donde tuvo que decir adiós a sus sueños, para vi...