ESTAMBÚL
El Aeropuerto Internacional Atatürk, le daba la bienvenida a Levka, quien después de casi dos años, volvería a ver a su hermana. Él llegaba en compañía de su esposa Zoe y de su hijo Fredek, quien estaba hastiado de tantas horas de vuelo.
Natalia le había pedido que no llevara más que dos maletas, pero para Zoe, dos eran seis, así que cargaban con equipaje para un batallón.
Él llevaba a Fredek y dos maletas de mano, mientras que Zoe empujaba el carrito con el equipaje. Después de pasar por los controles de seguridad, buscó con la mirada a Natalia, pero antes de que pudiera encontrarla, fue asediado por varias chicas.
—¡Levka!... ¿Eres Levka Mirgaeva? ¡Levka! ¡Oh por Dios! —preguntó y exclamó una de ellas.
—Sí, claro que lo es, mira sus tatuajes —dijo la otra.
Él estaba agotado, pero debía cumplir con su compromiso de atender a sus seguidoras, o mejor dicho, a las seguidoras de algunos de los personajes ficticios que representaba en las tapas de los libros.
Ya había pasado por eso, mucho antes de ser modelo, cuando vivió intensamente su pasión por el fútbol americano.
No le quedó más que mandar el cansancio al diablo, sonreír, entregarle su hijo a Zoe y ofrecerle sus brazos para que se acercaran a él y se fotografiaran.
—Gracias, gracias. Eres perfecto, eres tan hermoso —dijo toda ilusionada una chica que no podría tener más de quince años y que no parecía turca; de hecho, ninguna de las que hacían fila para tomarse fotos con él lo parecía.
Le dedicó una mirada a Zoe, quien estaba sonriente. Ella ya se había acostumbrado a su estilo de vida, a que siempre fuera asediado por el género femenino. Así como él muchas veces debía tragarse los celos, cuando hombres solicitaban fotos con ella. Después siguió firmando diferentes libros, en los que él aparecía como personaje principal, y que confesaba, ninguno había leído.
Con gran amabilidad, le tocaba a él terminar el encuentro, porque si fuese por ellas, ahí se quedaban hasta el día del juicio final, y tanto él como su familia necesitaban descansar.
—Gracias por el recibimiento, no lo esperaba —dijo despidiéndose, sin saber cómo rayos se habían enterado de que llegaría a Estambul—. Ah, gracias —dijo sorprendido, cuando le ofrecieron un regalo, que al abrirlo, era una cadena con placas militares. Recordaba que en algunas de las fotos que hizo para editoriales, había usado unas, pero solo eso.
Se despidió una vez más y siguió con su camino, entonces vio a su hermana al lado de Burak, quien cargaba a su sobrina, ambos con amplias sonrisas.
Natalia casi corrió a su encuentro, y lo abrazó con gran fuerza. Él correspondió de la misma forma.
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LEY DE TALIÓN
General FictionLEY DE TALIÓN. Edmund Broderick entregó su corazón a la chica menos indicada, por lo que le tocó asumir las consecuencias, y con tan solo diecinueve años fue condenado a estar quince años en prisión, donde tuvo que decir adiós a sus sueños, para vi...