CAPÍTULO 8

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Natalia sentía el cuerpo adolorido y tembloroso, apenas conseguía mantener su atención en el camino, mientras sollozaba y las lágrimas no le permitían ver con claridad.

Volvía a sentirse dando vueltas dentro de ese círculo vicioso, donde los nervios cobraban vida y empezaba a llorar después de que Levka le hiciera daño, como lo había hecho durante toda su vida, pero sentía por él tanto respeto y cariño que no conseguía enfrentarlo, no iba a denunciarlo, ni mucho menos iba a alejarse de él ni a darle la espalda.

Se detuvo en un semáforo en rojo y se miró en el espejo retrovisor, las huellas de los golpes de su hermano eran realmente visibles, por lo que buscó en la guantera una servilleta y se limpió la sangre que brotaba del labio inferior, no pudo evitar jadear porque eso dolía y mucho, pero estaba segura que en una semana sanaría, aun así no paraba de llorar.

Se fue hasta su casa para ducharse, curarse las heridas y maquillarse lo suficiente para ocultar los hematomas que empezaban a formarse, tenía el pómulo demasiado hinchado y no sabía qué hacer para ocultar eso.

Frente al espejo del baño pudo notar la magnitud del ataque de su hermano y volvía a llorar mientras negaba, porque no quería ir a trabajar, no así. Todos empezarían a hablar de ella, ni siquiera se preocuparían por disimular y tampoco podría ir a llevar las demás órdenes de embargo, porque sencillamente no le daba la cara para mostrarse como estaba.

Después de mucho pensarlo no encontró una solución, sabía que debía ir al trabajo porque no se arriesgaría a quedarse nuevamente desempleada, ya había pasado una vez y no quería que se repitiera.

Se desvistió y se metió bajo la ducha, con mucho cuidado se pasaba las manos por la cara, permitió que el agua recorriera por su cuerpo el tiempo que creyó prudente. Salió de la ducha y se secó el cabello, con la cara lavada todo era peor.

No podía seguir perdiendo el tiempo, ya era lo suficientemente tarde, se maquilló lo mejor que pudo y se dejó el cabello suelto, también usó un vestido cuello alto para que no pudieran ver las marcas de la mano de Levka.

Al llegar a Worsley Homes lo hizo con unos lentes oscuros, que no se quitó hasta que entró a su cubículo y le dio la espalda a todos sus compañeros.

Sin perder tiempo entró al sistema y se conectó, para tratar un poco de recuperar el tiempo que había perdido; No obstante, todo empeoraba porque la persona al otro lado de la línea no conseguía escucharla bien, porque estaba algo afónica.

—Natalia. —La voz de su supervisora provocó que el corazón se le anclara en la garganta.

Cerró los ojos y suplicó al cielo que le saliera un poco de voz, agarró la primera carpeta que tenía sobre el escritorio y se giró con la cabeza gacha, fingiendo estar concentrada en el documento en sus manos.

—El señor Worsley ha estado preguntado por ti, necesita saber si llevaste las órdenes de embargo.

Se aclaró la garganta sin atreverse a levantar la cara.

—Sí lo hice... —Su voz la traicionaba y tuvo que repetirlo para que pudiera escucharla—. Sí, las llevé esta mañana. —Solo salía un horroroso pitido de su garganta.

—¿Te sientes bien? —preguntó al ser consciente de que algo le pasaba a Natalia.

—Sí, solo estoy un poco afónica pero creo que es algo alérgico... —Volvió a carraspear y le dolía tener que esforzar tanto la voz.

—El señor Worsley quiere que vayas a su oficina.

—¿Ahora?... Es que estoy muy ocupada. —Se excusó con los nervios haciendo estragos en su ser, lo que menos deseaba en ese momento era tener que enfrentar a su jefe con la cara como la tenía.

LEY DE TALIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora