CAPÍTULO 33

4.2K 378 48
                                    


Natalia seguía encerrada en el baño, torturándose al recordar ese terrible pasado al que la habían lanzado, Stella, quién después de todo el daño que le había hecho, ni siquiera la reconocía, y su madre al mostrarle esa fotografía, que exponía las huellas de uno de los tantos ataques de los que fue víctima.

Mientras Edmund era juzgado en un tribunal, ella lo era por todos lados, no solo se había convertido en la zorra de la escuela, sino de aquel sitio al que fuera y la reconocieran, para los ojos del mundo, no era más que la perra que había acusado al jugador estrella de Princeton.

Todo el mundo la odiaba, todas las chicas le gritaban improperios y los chicos le proponían que les diera sexo oral. Por esa razón, decidió no salir más de casa, prefirió encerrarse en su habitación, donde tenía suficiente con los constantes regaños de su padre, y con sentirse impotente por no poder hacer nada por Edmund, más que seguir amándolo. Mientras suplicaba que no lo encerraran, aún guardaba las esperanzas de que se asomara a su ventana, para llevársela lejos, como se lo había prometido.

Cuando los ataques verdaderamente empezaron a enseriarse en la escuela, no quiso seguir asistiendo, consiguió exitosamente, hacerse pasar por enferma por varios días, y así evitar que sus padres sospecharan por lo que estaba pasando, porque estaba segura de que Sergey solo empeoraría la situación.

Sabía que Levka, aunque no lo dijera, estaba pasando por una situación parecida en la universidad, porque regresaba a casa los fines de semana y no se quedaba en la facultad, tampoco salía de fiestas y sus amigos no lo llamaban como acostumbraban a hacerlo.

No se atrevía a preguntarle, porque desde esa noche en que su padre le dio la gran paliza por su culpa, no le había vuelto a dirigir la palabra, estaba segura de que la odiaba como lo hacía todo el mundo.

Cuando Sergey se dio cuenta de que verdaderamente no estaba enferma, la obligó a regresar a la escuela, donde le tocó vivir el peor día de su vida.

Fue justo después de la clase de matemáticas y la última por ese día, le había extrañado no terminar el día con algún chicle pegado al pelo, un empujón o algún insulto.

Imaginó que ya se habían cansado de humillarla, por lo que se confió y corrió al baño, lo haría muy rápido para que Levka, que debía pasar a buscarla por imposición de su padre, no tuviera que esperarla, porque si lo hacía, aumentaría el odio que ya le tenía.

Se encerró en el cubículo a orinar, apenas empezaba cuando fuertes golpes se estrellaron contra la puerta, quería dejar de lado su necesidad fisiológica, pero por muy asustada que estaba, con el corazón latiéndole a mil, no podía parar.

Se abrazó fuertemente a la mochila y cerró los ojos, suplicando que dejaran de molestarla.

—Por favor, váyanse —imploró con voz temblorosa.

Una risotada resonó en el lugar y seguido sintió que la bañaban, sobresaltada, miró hacia arriba y vio a una de las chicas que siempre la molestaban vaciarle encima el balde de agua sucia, con el que limpiaban los baños.

En un intento por huir, se levantó, dejando la mochila de lado y se subió las bragas con rapidez, abrió la puerta, pero su situación empeoró, al contar a cinco chicas que le bloqueaban el camino.

—Luces tan sucia como eres. —Se burló Stella, quien había asistido a la fiesta y había estado presente en el momento en que Levka, la descubrió junto a Edmund.

No era un secreto para nadie que Edmund, hacía suspirar a media preparatoria y también a media universidad, ser capitán y quarterback, del equipo de fútbol americano de Princeton, unido a su indiscutible y exótica belleza, lo convertía en el mayor centro de atención femenina.

LEY DE TALIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora