CAPÍTULO 41

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El silencio reinó en el lugar, solo se escuchaba la brisa que agitaba el cabello de Natalia y los pasos de algunos transeúntes que pasaban a poca distancia, mientras la mirada de Burak recorría lentamente por el rostro perfilado, y la idea de besarla revoloteaba insistentemente en sus ganas.

—Ya debo volver. —Natalia cortó el silencio y la resolución de Burak por besarla.

—Está bien, te acompaño. —Se levantó y le ofreció la mano para ayudarla.

Natalia se aferró al agarre y se levantó, después se soltó con la excusa de acomodarse el cabello que la brisa despeinaba.

Él caminó hasta una papelera cercana, donde arrojó la botella y los vasos. Regresó para encontrarse a Natalia, abrazada a sí misma.

—Burak, gracias por regalarme un momento de distracción, cuando te vi entrar en la oficina de mi jefe, jamás imaginé que terminaríamos siendo amigos —comentó, mientras avanzaban de regreso al hospital.

—Cuando te vi en la oficina de Worsley, estuve seguro de que haría lo posible para volver a verte, y que tu auto no quisiera prender justo en el momento en que me marchaba, me dio la certeza de que debía aprovechar la oportunidad.

—No sé qué decir con respecto a eso... Gracias. —Natalia tenía un gran torbellino de emociones girando en su interior, ciertamente el hombre era atractivo y parecía ser sincero, pero por ahora, no iba a arriesgarse a ir más allá de una amistad, porque no quería volver a equivocarse, ya no estaba en edad de dejarse llevar por las emociones y experimentar a la primera, se lo había dejado muy claro, la última vez que había cedido ante el deseo y aceptó ser la marioneta del juego de Erich Worsley, para que al día siguiente la humillara de la peor manera.

Posiblemente Burak no era del mismo tipo de hombre que su jefe, pero prefería mantenerse en la zona segura, hasta que no le quedaran dudas de que realmente valía la pena arriesgarse.

—No te comprometas a decirme nada, solo por ser amable. Lo que te digo quiero que lo escuches, simplemente eso —dijo Burak, al darse cuenta de que ella no encontraba palabras adecuadas para seguir con la conversación.

—Me gusta escucharte, me agrada mucho como pronuncias el inglés, además que eres de amena conversación. —No pudo evitar sentirse tonta, por no poder controlar la sonrisa que el efecto del alcohol en su sangre le provocaba.

Bajó la mirada y separó los labios para respirar por la boca, cuando se percató por primera vez en los pies de Burak, realmente debía calzar más que su hermano y eso la hizo sonreír.

—Es fácil hablar contigo —aseguró él mientras avanzaban.

Cuando por fin estuvieron frente a la entrada del hospital, sabían que era la despedida, ella debía volver a cuidar de su madre y él regresar al hotel.

—¿Te vienen a buscar? —preguntó Natalia, segura de que por la tarde lo había visto con un chofer.

—No, me iré en taxi —respondió, parado frente a ella.

—Descansa, porque el viaje debe ser agotador.

—Ya estoy acostumbrado a pasar muchas horas en un avión. —No podía despegar su mirada de los labios sonrojados de Natalia, y como muestra de las ganas que lo estaban consumiendo por besar esa boca, se mordió ligeramente su propio labio, en un intento por disimular su deseo.

Para ella no pasó desapercibido y sus pupilas quedaron suspendidas en la boca de él, apreciaba unos labios masculinos, provocativos y sensuales. No pudo poner resistencia, pero tampoco pudo evitar tensarse, cuando Burak se acercó; y apenas, le sujetó con delicadeza la barbilla; inevitablemente, la respiración se le agitó, pero no se alejó, solo cerró los ojos y se dejó llevar, sintiendo como los cálidos y suaves labios se posaron sobre los suyos, en un tierno toque, que provocó que las mariposas resurgieran en su estómago y las piernas le temblaran. Era volver a vivir con total intensidad esas maravillosas sensaciones de adolescente.

LEY DE TALIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora