Al llegar al hotel, Burak consiguió registrarse en el mismo espacio que había abandonado horas antes.
—¿Cuánto tiempo necesitas para organizar todo?
Natalia lo pensó por casi un minuto, y como solo iría a probar suerte, no se complicó mucho.
—Mañana por la noche —respondió, mordiéndose ligeramente el labio inferior ante su arrebatado comportamiento.
No se lo estaba pensando, no estaba siendo metódica como solía ser, y eso la sorprendía, en la misma medida que la asustaba, pero sabía que si le daba muchas vueltas al asunto, terminaría dejándose vencer por sus temores y seguiría en su apartamento, bajo la intensa voluntad de su padre, y no era lo que quería, se lo había prometido a su madre e iba a cumplirlo. Iba a amarse ella, a preocuparse por ella, a complacerse ella, por encima del deseo o mandato de los demás.
Burak le dijo al recepcionista que se quedaría por una noche, y este le informó que contaba con beneficios para salir después de la hora pautada en el horario del hotel.
El turco agradeció la amabilidad con la que siempre lo trataban en ese hotel. Era evidente la excelente administración que tenían, garantizando siempre el buen funcionamiento del hotel.
—Bueno, entonces nos vemos mañana. —Se despidió, inquieta.
—¿Cómo que te vas? ¿Por qué no te quedas y conversamos? Es momento de que aclares dudas, que me preguntes todo lo que quieras..., que me digas con detalles acerca de lo que deseas y esperas obtener...
—Es que no quiero molestarte, supongo que quieres descansar.
—Ya estaba preparado para un vuelo de doce horas, lo último que quiero es descansar. Ven, vamos a la habitación.
Natalia tragó en seco, sabía que Burak era muy respetuoso, que no iba a propasarse con ella ni a hacerle ningún tipo de insinuación, y realmente esperaba que así fuera, porque no estaba preparada anímicamente para nada sexual.
—Está bien —aceptó—, creo que es mejor aclarar todos los puntos ahora.
Él le ofreció la mano y una sonrisa, ella correspondió ambos gestos y se dejó guiar.
Cuando entraron al último piso, ella no esperaba menos, el botones los guio hasta la sala, donde había un gran televisor colgado en la pared, que al estar apagado, la pantalla era de espejo. En frente, había un juego de sofá gris, tipo L, y las mesas de cristal tintado con las patas doradas. A la derecha había un área de negocios, en la que estaba un escritorio totalmente equipado. A la izquierda un mueble bar. Al fondo un juego de comedor de ocho puestos, y ella supuso, que al otro lado estaba la cama y el baño. Todo contrastaba sobriamente con las paredes blancas y el piso de madera oscura.
—Ponte cómoda —pidió Burak, al tiempo que dejaba su maletín sobre el sofá.
—¿Desea que le ponga música señor? —preguntó el botones, quien había regresado de dejar la maleta en el vestidor.
—¿Quieres que lo haga? —Le preguntó Burak a Natalia, sabía que ella estaba de duelo, y no estaba muy enterado de sus costumbres.
—Sí, por mí no hay problema —dijo sonriente, con la mirada puesta en Burak, quien desde esa perspectiva lucía mucho más alto.
Él le dedicó un asentimiento al botones, quien correspondió y se acercó hasta el control en la pared; desde ahí manipuló el sistema de sonido de la habitación, y a un volumen moderado, le dio paso a la melodía.
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LEY DE TALIÓN
Ficción GeneralLEY DE TALIÓN. Edmund Broderick entregó su corazón a la chica menos indicada, por lo que le tocó asumir las consecuencias, y con tan solo diecinueve años fue condenado a estar quince años en prisión, donde tuvo que decir adiós a sus sueños, para vi...