#30: The Holder of the Flame

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En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución mental o centro de reinserción social donde puedas ir por ti mismo. Cuando llegues al escritorio principal, pregunta por visitar a aquella que se hace llamar The Holder of The Flame. El trabajador te mirará indiferentemente por varios minutos antes de apuntar, silenciosamente, a una puerta detrás de ti. La puerta no estaba ahí, y nadie más alrededor se dará cuenta. Acércate a la puerta y cierra los ojos, antes de agarrar el golpeador. Necesitas golpear sólo una vez. Si el metal de pronto se enfría en tu mano, corre. Corre lejos, y sigue corriendo. Solo ten la esperanza de que huyeras, la alternativa es un horror que sólo las almas del infierno pueden comprender.

Si el golpeador se vuelve caliente, mantenlo firmemente, incluso si comienza a chamuscarse en tu mano. Eventualmente el dolor cesará. Una vez pase esto, abre tus ojos. Estarás en un pequeño jardín, iluminado por la luz de una luna llena, y rodeado por piedras cubiertas de hiedra. A tu izquierda estará un estanque. No mires al agua directamente, no sea que la multitud de terrores esté acechando con capturarte y arrastrarte una y otra vez por el resto de la eternidad. A tu derecha estará una pira funeraria, aún no encendida, ingeniosamente oscurecida con un líquido inflamable.

Camina exactamente cinco pasos hacia la pira. No preguntes por qué. Encontraras el cadáver de un niño castrado, sus brazos plegados en un frasco de mercurio. No digas nada más que la pregunta: ¿Que causó su inmolación?

El cadáver no se moverá, pero la pira funeraria se encenderá a si misma libremente. Al igual que los arbustos, el pasto, los arboles y las flores alrededor de ella. Las flamas cambiaran de colores, desde el rojo de la sangre recién salpicada, al verde de la infección y fallecimiento. Las plantas chillarán en agonía a la vez que las paredes alrededor del jardín son consumidas. El estanque se secará, el agua ardiendo con un calor ampolloso, como las almas de los malditos, suben en el vapor, rugiendo su letanía de maldiciones hacia ti.

A la vez que la primera maldición llegue a tus oídos, debes invocar coraje y comenzar a reír. Ruidosamente, resentidamente, arrogantemente, pero no suavemente. Si las maldiciones se vuelven más vehementes, estas a salvo. Si se detienen, entonces arrójate a la pira para escapar de un destino por lejos peor.

A la mitad de la tempestad, el cadáver calmadamente se sentará, consumido completamente en llamas, y te ofrecerá el frasco. Debes continuar riendo, y cruzar tus brazos. Aún no debes aceptar el regalo.

El cadáver abrirá su boca, y si tienes suerte, lo que verás en sus profundidades no te dejará reír en locura por el resto de tu vida mortal.

El frasco caerá, destrozándose, y salpicando sus contenidos sobre los restos ennegrecidos de pasto mientras las flamas mueren debajo. Todo estará en silencio. A tus pies estará una nueva flor, su tallo es duro y espinoso, sus pétalos pintados con los colores del fuego infernal y la condenación. Agárrala, y te encontrarás fuera del jardín y de vuelta en frente de la puerta.

Esta flor es el Objeto 30 de 538. Se incinerará a sí misma en las profundidades de tu alma, y encenderá las llamas de la locura.

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