#79: The Holder of the Flesh

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En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación que puedas llegar por ti mismo. Al llegar a la recepción, mira a tu alrededor con cuidado. Busca a algún trabajador que esté almorzando. Busca a uno que parezca estar satisfecho o que casi haya terminado, Por ningún motivo te acerques a uno que no haya comido, pues si haces eso, te convertirás en su comida. Pide al trabajador por ver a The Holder of the Flesh.

Con voz apagada, y con la boca llena de comida, te dirá que te dirijas hacia una vaca muerta en el centro de la habitación que antes no estaba allí. La vaca está panza arriba, con una gran herida abierta desde el cuello hasta la entrepierna. El trabajador, por medio de gestos, te indicará que entres por aquella abertura.

A medida que entres en la vaca muerta, sentirás como si te deslizaras dentro de un tubo estrecho y carnoso. Trata de mantenerte en una sola posición, pues, si te mueves en exceso, hará que seas expulsado del tubo violentamente hacia una boca con grandes dientes, que masticará tu cuerpo hasta que no seas más que pulpa. Si has salido por el lado correcto, caerás al suelo de una catedral adornada de huesos, carne y órganos. Ojos de muchos tamaños te observarán desde muchos puntos. En la parte de atrás, el piso se arquea un poco hacia arriba y hacia abajo, como una caja torácica, y que contiene enormes pulmones y un gran corazón.

Insertado en la pared del fondo habrá un frasco de vidrio grande, que contiene un cerebro gigante, palpitando en los fluidos contenidos en el frasco. Los nervios largos y gruesos cuelgan como telas de araña a su alrededor y se extienden a las paredes a lado de él y por encima del techo.

Sin previo aviso, dos brazos, grandes, muy largos y musculosos, con dedos con garras, saldrán de las paredes. Ambos brazos te agarrarán, por más que intentes huir. No podrás escapar de sus manos. El cerebro no responderá a nada de lo que digas o hagas, a excepción de una pregunta. Si no la haces o no puedes hacerla, los brazos te romperán poco a poco, obligándote a permanecer con vida y a sentir cada momento de dolor, mientras eres reensamblado en la estructura de la catedral viviente. Nunca del todo muerto, pero nunca del todo vivo, incapaz de gritar, pese a que lo desearás tanto, destinado a vivir en la catedral viviente durante toda la eternidad.

La pregunta que debes hacer, antes de sufrir ese cruel destino es, ¿Por qué ellos desprecian la vida?

Inmediatamente, el cerebro abrirá tu cráneo, pero no sentirás dolor. Tomará una pequeña parte de sí mismo, y la insertará en tu cerebro. A continuación, te darás cuenta, en el detalle más minucioso, cada trozo y cada pieza que hace a la vida, vida. Todo el conocimiento de la humanidad, los logros y el progreso logrado, será absolutamente inútil en comparación con lo que se te revela. Esto ha llevado a muchos a la locura, y si tampoco puedes manejar esto, compartirás esa suerte, arañando tu propio cerebro y dispersando tus pensamientos a través del cosmos, para no volver a juntarse de nuevo.

Debes mantener la concentración y la calma, pues esta información, muy posiblemente sea el secreto más celosamente guardado en todos los universos conocidos y desconocidos y nunca se debe compartir con nadie más que con un dios verdadero, para evitar la desaparición temprana de la especia humana.

Si consigues mantenerte cuerdo, el cerebro te dejará ir. No pierdas tiempo, pues el cerebro siempre está tentado a añadir más carne a su catedral. Escapa por donde llegaste, y al deslizarte, te detendrás en un lugar sin salida, es un lugar seco. Te darás cuenta que te encuentras bajo las sábanas de tu cama.

Ese pedazo de conocimiento es el Objeto 79 de 538. La vida es lo que haces de ella, así que hazlo bien.

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