#68: The Holder of the Negative

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En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución de salud mental o centro de reinserción social que puedas llegar. Llama la atención del recepcionista y pide visitar a alguien llamado The Holder of the Negative. Si el recepcionista firmemente se niega a ayudarte, inmediatamente gira y sal de la institución y toma la ruta más rápida para llegar a tu casa. Después de dos semanas de esconderte sabrás si tus seguidores no te han encontrado.

Sin embargo, si el recepcionista sólo asiente con la cabeza con una expresión pétrea y haciendo gestos para que los sigas, hazlo. Él te llevará a una habitación de hospital, aparentemente de aspecto inocente y se irá.

Tan pronto como la puerta se cierre, empuja la cama a un lado, para revelar una decrépita trampilla de madera abajo. Usa la cama para bloquear la puerta, el reloj no se detiene y los centinelas ya están en camino. Abre la puerta de la trampilla para encontrar un ataúd gris metalizado sucio y polvoriento, en un pozo poco profundo excavado en el suelo.

Abre el seguro y levanta la tapa. Si el ataúd está vacío, entra en él y cierra tanto la tapa de la trampilla como la del ataúd. Si hay alguien, recomiendo que intentes romper tu propio cuello, antes que el residente del ataúd lo haga.

Debes permanecer en el interior exactamente cuatro minutos y trece segundos. Hasta que pase este tiempo, no levantes la tapa. Lo que sucederá si lo haces, está más allá de la descripción de cualquier mortal. Cuando el tiempo requerido ha pasado, golpea dos veces en la tapa de metal. Si no hay respuesta, golpea tres veces más. Si el ataúd tiembla ligeramente en respuesta, puedes empujar la tapa. Si el ataúd permanece en silencio, sabrás que tu tiempo de vida, es de un minuto como máximo.

Empuja la tapa para salir y te encontrarás en lo que parece ser los restos de un oscuro taller de máquinas subterráneo. Habrá manchas ocres en las paredes de metal y polvo gris del tiempo sobre ellas. Verás silenciosos aparatos de computación hablando en su propio idioma, cerca de cientos de miles de batallas que fueron planeadas, organizadas y miserablemente perdidas en aquella misma habitación en la que ahora te encuentras.

Por más exóticas o complejas que puedan ser las máquinas, no te entretengas. Ponte de pie, y alza tu mano derecha hasta tocar un muro. Tantea hasta que encuentres una palanca de metal, estará más o menos al nivel de tus hombros. Si la habitación comienza a emitir un zumbido cada vez más fuerte, no te preocupes. En su lugar, habla en voz alta, con severidad:“Es la última pieza de conocimiento que necesitamos”. Si el zumbido se apaga, continúa con tu búsqueda. Si no es así, la maquinaria participará en su última rutina de integración contigo como su objetivo. Cuando encuentres el interruptor, enciéndelo.

El último generador de funcionamiento iniciará con un ruido como de gemido, encendiendo las pocas luces que aún funcionan, alrededor del piso. En el centro de la sala en la que apenas se puede ver, podrás divisar un dispositivo mecánico, enorme, de color bronce e imposiblemente complejo, que más se asemeja a un cruce entre un trono de metal opulento y un sistema de soporte de la época victoriana.

En medio de los tubos de zigzag, tuberías, válvulas, engranajes y placas, se puede ver un cuerpo frágil e inhumanamente flaco, apenas aferrado a su vida. Por más intimidante que sea el trono, entra en la presencia de la criatura y haz la siguiente consulta, con naturalidad absoluta: ¿Quién los dispersó por primera vez?

Tu pregunta hará brillar con una nueva chispa sus ojos grises, y con el pesar y la frustración de incontables generaciones en su voz áspera, y mecánicamente amplificada, te dirá todas las historias, todos los cuentos de vano heroísmo, cada unión rota, y todos los corazones dolorosamente decepcionados de quienes vinieron antes que ti.

Su contagiosa desesperación atravesará tu piel, se deslizará más allá de su carne y perforará tus huesos, pero ten cuidado de no perder la concentración, él sigue siendo su esclavo y su lado corrupto esta listo para consumirte si le das la oportunidad. Él te dirá de aquellos que supieron primeros de su convergencia, cómo ellos dispersaron los objetos y rompieron su profana unión y lo que hizo que esos primeros fallaran y perecieran.

Cuando termine, él extenderá su mano hacia ti, lenta y dolorosamente, desde dentro de la cáscara del metal. No tomes su mano. En su lugar, cruza los brazos sobre tu pecho y exclama: “Tus rutinas fallidas no son mías para aceptarlas”

Apoyado en uno de los misteriosos dispositivos, hay un bastón delgado, de metal. Tómalo y usando todo el poder que puedas reunir, entiérralo en la única parte expuesta de su cuerpo en la que lo matarás instantáneamente, su cabeza. Su muerte será rápida.

Cuando su cuerpo podrido y el aparato infernal están en silencio, alcanza el interior del caparazón de metal que protege el cuerpo y tantea el interior de la máquina. Tan pronto como tu mano sienta una parte que pulsa calor, arráncala hacia afuera. Debería salir fácilmente. Retírate lo más rápidamente posible dentro del ataúd de zinc, has matado a la única entidad que ha llevado el orden en el lugar, y éste no tardará en derrumbarse en el vacío. Cierra la tapa, cierra los ojos, y si tienes suerte, podrás casi inmediatamente caer en un profundo sueño.

Cuando te despiertes, estarás en tu propia casa, dentro del ataúd que a su vez está sobre tu propia cama, mientras abrazas con fuerza un pedazo de metal caliente contra tu pecho. Serás sabio y te desharás del ataúd a la primera oportunidad posible, su existencia evocará preguntas incómodas.

Este engranaje corrupto de oro es el Objeto 68 de 538. Ahora ya sabes cómo tus predecesores fallaron. Es tu responsabilidad el asegurarte que sus errores no se repitan.

The Holders  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora