#111: The Holder of the Neverender

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¿Así que no has cesado en tu tonta búsqueda? Lamentable, pero es de esperar. Es la naturaleza de los de tu clase para continuar a toda costa, de buscar el saber sin dejar de ser terriblemente ignorantes en cuanto a sus ramificaciones. Sé que no puedo detenerte. Incluso si pudiera, sin más que tomar tu lugar. Así que, en vez de eso, te contaré lo que sin duda vas a descubrir más tarde, a través de medios mucho peores.

Ve a cualquier librería en tu ciudad. Cuando entres por la puerta, el secretario de pie en el mostrador te mirará con leve interés. Debes preguntarle por ver a The Holder of the Neverender. Se verá absolutamente sin fuerzas antes de esto, obligado a contemplar espacios que ni usted ni él deberían conocer, con mucha razón. Pero tú los conocerás – la puerta en el suelo, escondida por una alfombra, el pasillo húmedo y triste debajo de ella, y mucho más. Él te revelará todo esto a ti, y para sí mismo.

Luego de vagar en la confusión, él finalmente te llevará ante alguien. Será una mujer anciana, o al menos tendrá el aspecto de una. Su piel estará libre de arrugas, sus dientes de un blanco marfil, al igual que su pelo. Pero a pesar de su innatural belleza, podrás darte cuenta de qué tan longeva es. Sus ojos traicionan a su temible senescencia. Estará leyendo un libro. Su cubierta parecerá desvanecida desde hace tiempo, y sus uniones aún estarán en su lugar, pero visiblemente destrozadas. Ella leerá de vez en cuando en voz alta. Se oirá cacofónico, similar a los gritos de los lunáticos o gritos de guerra de alguna tribu piadosamente olvidada, pero no lo será.

Deberás decirle que la has estado esperando toda tu vida. Podrá parecerte absurdo, pero no lo es. Te darás cuenta que tan pronto como pronuncies estas palabras, ella te dará una carta que parecerá aún más amarillenta y maltratada que las páginas del libro. Deberás pedirle al secretario para que te traiga de vuelta inmediatamente, o te convertirás en lo que ella es ahora.

Si leíste la carta, te darás cuenta de algo. A pesar de su aparente enanismo, el espacio dentro de él es infinito. Es cierto que hay palabras sobre él. Pero esos puntos negros, con tinta indeleble posiblemente, no son más que pequeños granos de arena en un océano sin límites de color blanco.

La carta es el Objeto 111 de 538. No tiene fin. Pero en poco tiempo, desearás que sí lo tenga.

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