Repentinas Distracciones

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Era lo hora de cenar. Mamá había hecho waffles caseros. Era un acontecimiento poco común. Hacía tiempo, mucho tiempo que no los preparaba; por que los waffles con crema batida y sirope eran los favoritos de papá y a mamá le causaba nostalgia prepararlos. Genevieve y yo intercambiamos miradas al saber de qué se trataba nuestra cena antes de que mamá tomara asiento.

-          Y ¿Qué les parece?- nos preguntó, expectante.

Corté un trozó y lo unte con mucho chocololate. Mmm, simplemente espectacular. Asentí mientras mi boca sufría esa divina explosión de sabores. Mamá me sonrió entusiasmada.

-          Te quedaron espectaculares- la alabé.

-          Gracias, querida.

-          ¿Y cómo te fue hoy en el trabajo?- le pregunto Genevieve.

-          Muy bien. Las ventas crecen, mi jefa está satisfecha, y aumentaron mi sueldo.

Genevieve y yo abrimos bien los ojos, más de sorpresa que de felicidad.

-          ¿Enserio? ¿Y por qué no dijiste nada antes?- le cuestioné.

-          Quería comentarlo con las dos juntas.

-          Esto hay que celebrarlo- afirmó Genevieve y fue a la cocina-. ¿Dónde hay champaña?

-          Genevieve, tu no bebes ni siquiera tizana- le respondí y mamá se echo a reír-. Vas a terminar bailando el baile del pingüino.

-          ¿Baile del pingüino?- preguntó mi hermana con la botella de champaña a la mano-. Eso ni siquiera existe.

-          No, pero vas a inventarlo.

-          Ya, ya, ahora hay que abrir esta cosa.

Genevieve, la super experta “abre botellas” Wiltmore, tuvo la brillante idea de ponerse la fría botella entre las piernas mientras intentaba empujar el corcho con los dedos. Dudé un minuto que de esa forma pudiera funcionar, hasta que por fin, el corcho salió volando y con ella mi hermana. Extrañamente, la silla cayó hacia atrás junto con la silla cuando el corcho salió volando por los aires pero Genevieve sostuvo la botella en alto, evitando que se derramara algo de licor en el suelo. Mamá y yo nos levantamos, aún privadas de la risa, para ayudarla. Estaba con las piernas arriba y la botella en alto.

-          La tengo, la tengo- nos decía.

-          Vaya forma de abrir una botella- carcajeó mama.

-          ¿No era más fácil usar el sacacorchos, hermanita?- le pregunté divertida.

-          No lo encontraba- se excusó, haciendo un mohín.

Bebimos, pues, celebrando el aumento de sueldo de mamá. Y como lo predije, a los diez minutos, Genevieve estaba bailando al ritmo de la música imaginaria. Se los dije, había inventado el baile del pingüino. Entre Genevieve y yo, yo soy más fuerte al alcohol. La única forma que me emborrache y baile como Genevieve lo hace ahora, es luego de cinco latas de cerveza. Sí, soy una dura.

***

Me encontraba justo ahora con Tyler, en las gradas del gran campo de futbol, ambos repasando un poco sobre biología, pues teníamos un examen la siguiente hora. Nuestros apuntes, cuadernos, libros y garabatos desparramados en la última grada mientras Tyler me preguntaba acerca del sistema nervioso.

Different MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora