Helado y mejor amigo: el mejor remedio

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Sue

 

Luego de que el bus nos dejara en la esquina de nuestro vecindario, caminamos hasta la casa de Tyler. Había podido calmarme un poco, casi en contra de mi voluntad, por que estaba en un autobús lleno de estudiantes, la mayoría entrometidos.

Tyler sacó las llaves de su bolso y las introdujo en la cerradura.

-          ¿Seguro que está bien si…?

-          Sue, está bien. No voy a dejarte sola en este momento- me respondió Tyler.

Sonreí. Él si era un amigo, uno verdadero.

-          Además, a mamá le encantará conocerte.

-          Ya la conocí, el día en que te encontré en tus clases de baile.

-          Oh- siseó, asombrado-. Rayos, quería presentártela.

-          Puedes volver a hacerlo, no tengo problema- bromeé.

-          Las damas primero- dijo como todo un caballero, poniéndose a un lado de la puerta.

Reí divertida y puse un pie dentro. Era una casa linda y acogedora. Cortinas color crema, paredes azules y blancas, adornos colgados en la pared, una linda chimenea de piedra y un televisor en la esquina con dos sofás dobles. El comedor estaba al lado de la salita y frente a este, la cocina. Me llamó la atención ver fotos, en especial una de dos niños iguales tiernamente abrazados. Ni yo misma podía creer lo que estaba viendo: eran Josh y Tyler de niños.

-          Verano del 2000- me informó mi amigo a mi lado-. Fuimos a una bahía.

-          Es una hermosa foto.

-          Si, cuando Josh y yo éramos hermanos- dijo con desdén…y nostalgia.

No dije nada. Me daba mucha tristeza su comentario, pero era lo que él realmente sentía. Contemplé otra foto, esta era de un hombre y dos niños sentados a cada una de sus piernas. Por la vestimenta de los hermanos, supe que eran muy pequeños, de dos años aproximadamente. El hombre sonreía radiante, las facciones muy parecidas entre los tres.

-          Mi papá- explicó-. Robert Welch.

Supe por el tono de su voz que no estaba contento cuando me explicó quien era. Un tono pedante, de miedo.

-          No te confíes mucho en la imagen- me dijo-. No querrás conocerlo en persona.

Por sus palabras, sonaba como una advertencia. Incluso me dio un poco de miedo.

-          Oh, buenas noticias- me dijo desde lejos, estaba en la cocina-. Tenemos helado.

-          No tengo hambre…

-          Tonterías, Sue- me detuvo, acercándose a mí con el gran envase congelado y dos cucharas-. Tú y yo sabemos que un poco de helado y buena compañía es la cura de la tristeza.

-          ¿También eres doctor?- le pregunte, sonriente.

-          Solo cuando me lo piden- alardeó, pasando el cubierto entre sus dedos.

***

-          Entonces- habló, sentado a mi lado en el piso de su habitación-. ¿Vas a decirme que sucedió?

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