Un malentendido

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Sue

 

Además de dormir y de tragar como una pequeña morsa bebé, he salido varias veces con mamá y Genevieve…y Tyler. Resulta que su primito de cuatro años quedó fascinado conmigo y casi todos los días siempre iba a mi casa y me pedía que jugara con él. Y bueno, como no tenía más que hacer, siempre accedía. Además, me gustaban sus carritos de juguete. De pequeña tenía carritos en vez de muñecas. Lo sé, era extraño.

Tyler tenía razón, su tía Sarah es muy simpática, casi tanto como él. El tío David era un poco más reservado, pero estaba segura que unas copas de más y ya estaría tan alegre como yo.

Karen, la madre de los gemelos, me invitó a tomar el té junto con mamá y Genevieve. Accedimos sin chistar. Aunque en casa aún tomábamos el té de la tarde como en Reino Unido, era mucho más emocionante cuando estábamos acompañadas.

Cuando llegamos a la casa, nos invitaron a pasar al patio trasero. Serví mi té con dos terrones de azúcar y crema, mientras mamá, Karen y la tía Sarah cuchicheaban sobre un asunto que quizás era sobre chismes o cosas así. Josh estaba jugando con Jason en el árbol del jardín trasero. Me le quedé viendo, porque jamás había visto a Josh tan feliz como ahora. Jason daba vueltas alrededor del tronco del árbol y Josh intentaba atraparlo. Cuando lo cachaba, lo alzaba en sus brazos y reían juntos o daban vueltas por el césped. Era un estado en el que nunca me había imaginado verlo…y me gustaba. Aunque tenía dudas sobre el “negocio” en el que estaba metido, mi miedo hacia él comenzó a disminuir.

Algo que me extrañaba era que no veía a Tyler con nosotras. Pedí la palabra para hablar con Karen.

-          Disculpe, Karen ¿Y Tyler?

-          Oh, cariño, Tyler está enfermo.

-          Oh ¿Está arriba?

-          Sí, sube, pero te advierto que su resfriado es fuerte.

Pedí permiso para levantarme y me dirigí hacia la habitación de Ty. Toqué la puerta y en vez de oír un “Adelante” escuché un sonoro estornudo y me sobresalté. Abrí la puerta, asomando mi rostro. Oh, pobre Tyler. Estaba acostado en la cama, con las mantas hasta el pecho, la nariz roja y ojos inflamados. Tenía una montaña de pañuelillos arrugados, depositados en la papelera a su lado y una caja entera en su regazo, además de miles de medicinas dispersas en la cómoda.

-          ¿Tyler?

-          Hola querida- me saludó con voz ronca y estornudó, cubriéndose la nariz-. Ven, siéntate.

Me coloqué a un extremo de la cama. Tyler me dedicaba un “intento de sonrisa” ¿Por qué? Porque daban ganas de llorar o de huir con esa mueca. Sus ojos cansados, inflamados y rojizos y su nariz irritada. Le correspondí el gesto.

-          ¿Qué te pasó?

-          Mamá lo llama resfriado- me explicó sorbiendo su nariz-. Pero creo que tengo la peste.

Carcajeé meneando al cabeza. Aún en estado de enfermedad, Tyler aún conservaba su buen humor.

-          Se sincera- me pidió-. ¿Qué tan mal estoy?

-          Mmm- murmuré-. Estas…estas más o menos…

-          No mientras Sue- respondió sacando otro pañuelito-. Soy un muerto viviente. Me duele todo, no soporto mi garganta y quiero arrancarme la nariz.

-          No te desesperes, vas a mejorar- le calmé, pero Tyler se había sonado la nariz tan fuerte que hasta yo misma lo dudaba.

-          Sí, en un millón de años- carraspeó-. Voy a morir.

Different MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora