Capítulo 3
"Compartir es una expresión suprema de madurez, ya que la auténtica vocación del ser humano es ser útil en algo"
Yasmina Khadra.
Disfrutaba tranquilamente de una pequeña siesta en mi deliciosa bañera hasta que el ruido de la puerta captó mi completa atención. Quise creer que habían sido imaginaciones mías el haber escuchado el sonido, no obstante, segundos después los pasos de alguien retumbaron en mis oídos.
Era real. Había alguien en mi apartamento.
―Tranquilo, Nicholas, tal vez es el apartamento de al lado ―me susurré a mí mismo intentando tranquilizarme ―sí, eso debe ser.
Tomé una respiración profunda para llenarme de valor antes de salir de la tina, ni siquiera me preocupé por el hecho de no tener una toalla. Caminé desnudo hasta la puerta del baño, la abrí con cuidado adentrándome a la habitación y fue cuando mis nervios incrementaron al descubrir que efectivamente alguien había invadido mi morada.
¿Querían robarme? ¿Asesinarme? O ¡¿secuestrarme?! ¡Claro! Así le pedirían dinero a mi padre por mi rescate. Controlé mis emociones para no entrar en pánico ante mis conclusiones, con mucha cautela desempaqué mi bate de béisbol y me ubiqué detrás de la puerta dispuesto a acabar con cualquiera persona que pusiera un pie en el cuarto.
El pomo giró y una persona atravesó el umbral, empuñé con fuerza mi bate preparándome unos segundos antes de embestir al maleante; mi plan se vio frustrado al descubrir un redondo y delicioso trasero frente a mí; el agarre sobre el bate flaqueó haciendo que golpeara la pared, el ruido alertó a la mujer quién se giró de inmediato, me miró con horror para luego lanzar un grito de ultratumba.
Inevitablemente entré en pánico y empecé a gritar como loco, mis instintos de supervivencia se activaron por lo que afiancé el palo en mis manos y sin pensarlo arremetí contra ella, un golpe certero en el brazo, no obstante, antes de que pudiera atizarle otro batazo, la chica sacó algo de su bolso y ágilmente lo roció en mi rostro.
Solté el bate al instante que mis ojos comenzaron a escocer como si tuviera fuego en ellos, los cerré con fuerza mientras que con mis manos los refregaba para intentar calmar la quemazón. Mi grito se convirtió en un alarido de dolor y como si fuera poco a los pocos segundos comencé a recibir batazos en varias partes de mi cuerpo, a ciegas retrocedí con la intención de escapar, pero resbalé y mi trasero paró la caída; mi agresora aprovechó para atacarme con más fuerza, sin piedad, hasta que un golpe a mis bolas desnudas me sacó de la realidad haciéndome ver estrellitas.
Un chillido agudo fue todo lo que salió de mi boca y de repente la agresión cesó.
―¡Está desnudo! ―alcancé a escuchar antes de sentir un nuevo golpe en mis pelotas. Ella había soltado el bate y este había caído justo en el lugar correcto para casi noquearme.
― ¡Cúbrase! ¡cúbrase, atrevido! ¡descarado! ¡violador! ¡cúbrase! –la chica no paraba de gritar.
―Lo haría si tan sólo me pudiera levantar –mi voz salió ronca, un poco estrangulada, debido al gran dolor que no cesaba. Por lo menos ya mis ojos no ardían tanto y había podido abrirlos ―. Como a ti no te golpearon en tus partes nobles ―me quejé hecho un ovillo en el suelo.
―¿Qué querías que hiciera? ¿Qué me dejara violar? ¡bandido! ―me insultaba de espaldas a mí, no se atrevía a mirarme ―¿Sabes qué? Voy a llamar a la policía en este instante, antes de que pueda atacarme otra vez...
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Atados al Amor
HumorNicholas Reinaldi y Luciana Montgomery llevan una vida de felicidad por separado, por vivir casi en polos opuestos nunca se han conocido, hasta que por cosas del destino, una agencia inmobiliaria les vende el mismo. Apartamento y ellos se ven obliga...