Capítulo 29
La brisa fresca de la mañana acariciaba mi rostro, cerré los ojos para disfrutar de aquel pequeño momento de paz que pronto fue interrumpido por los pasajeros de la parte de atrás que no dejaban de parlotear emocionados acerca de los preparativos de la boda, la cual aún no decidía la fecha y a este punto no sabía si quería escogerla. Suspiré, una vez que no pude seguir ignorándolos.
- No lo sé, mamá –el fastidio brotando de mis poros –Quiero enfocarme en los exámenes del primer periodo, luego hablaremos de la boda –zanjé. Una vaga excusa que serviría para mantenerlos medianamente conformes. Alejandro tomó mi mano y le dio un ligero apretón. Lo conocía tan bien que sabía que aquello era una reprimenda por hablarle mal a mis padres, aun así ni me preocupé por disculparme – ¿Cuánto falta?
- Alrededor de media hora o 40 minutos –Alejandro junto con mis progenitores habían planeado no solo la propuesta de matrimonio sino también una celebración en unas cabañas casi a las afueras de Santa María, donde pasaríamos todo el fin de semana. Lo que me molestaba era el hecho de que había calculado las cosas sabiendo de que no me negaría, el que no me hubiesen consultado o al menos pedido opinión era una de las tantas cosas que me tenía de mal humor.
Otra de ellas era el hecho de que mi prometido había sido apaleado por unos ladrones que intentaron robarlo de camino al hotel donde se estaba quedando, afortunadamente habían policías cerca que acudieron a su rescate antes de que el ataque pasara a mayores, él opuso resistencia ante los hombres, se defendió y por tal razón se llevó la golpiza pero al menos consiguió conservar sus cosas.
El lugar donde reservaron las cabañas era precioso, rodeado de una vasta naturaleza y un ambiente relajante. Me bajé del auto rápidamente queriendo escapar de la tensión que se respiraba dentro del auto, sin embargo, una vez afuera quise volver al asiento de copiloto y regresar a mi departamento, encerrarme de por vida en ese lugar, incluso podía correr ahora mismo de regreso a mi país con tal de no tener que ver nunca más esos ojos azules.
Pero la vida te da limones cuando pides melones y no quedaba más que enfrentar la situación, sobre todo cuando todos los Reinaldi se lanzaron a mi encuentro ya no pude ocultarme, los recibí con los brazos abiertos y una gran sonrisa porque debía aceptar que ellos eran geniales y les tenía mucho aprecio, al contrario de mis papás que parecían odiarlos.
- Señor Reinaldi ¿cómo está? –nos dimos un amistoso abrazo, me giré para seguir saludando y me llevé un susto cuando al voltearme me encontré nuevamente con ¿el Señor Reinaldi? Lancé un gritillo y me aparté, los presentes no pudieron evitar reírse de mi reacción.
- Así que tú eres la famosa Luciana –el hombre que resultaba espeluznantemente igual al padre de Nicholas se acercó a mí con una gran sonrisa. Yo asentí –soy Jack Reinaldi, el hermano gemelo de este –señaló con la cabeza al que sí era el Señor Reinaldi –parece que te han hablado mucho de mí ¿eh? –salí de mi sorpresa y estreché su mano. Recordé que Nick alguna vez me lo había comentado e incluso los había visto en la televisión, pero, ¡vaya! verlo de frente era más chocante. Le sonreí con timidez antes de contestar.
ESTÁS LEYENDO
Atados al Amor
HumorNicholas Reinaldi y Luciana Montgomery llevan una vida de felicidad por separado, por vivir casi en polos opuestos nunca se han conocido, hasta que por cosas del destino, una agencia inmobiliaria les vende el mismo. Apartamento y ellos se ven obliga...