Confesiones y conversaciones

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Capítulo 30

El miedo se apoderó de mi cuerpo y supuse que Luciana también lo estaba, por lo que debía mantenerme en calma para pensar en algo pronto que nos sacara de la situación

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El miedo se apoderó de mi cuerpo y supuse que Luciana también lo estaba, por lo que debía mantenerme en calma para pensar en algo pronto que nos sacara de la situación. Rogué mientras me giraba lentamente que fuese un oso y no un felino porque con este último ya estábamos muertos.

Un gran oso grizzli estaba a unos metros de nosotros observándonos con cautela, mi cuerpo se relajó instantáneamente al contrario que Luciana que abrió los ojos par en par.

- Ay, Dios mío –exclamó en voz baja.

- Luciana, sé que hacer, sólo imítame –con suma lentitud puse las manos en alto con las palmas abiertas –Tranquilo amigo, no vamos a hacerte daño –di un ligero paso hacia atrás.

- Ah sí, claro, ya te entendió –su sarcasmo en tono alto hizo que el mamífero se moviera desconfiado.

- Baja la voz, no lo alteres –la regañé pero ella no parecía escucharme –Tranquilo, osito. Ya nos vamos –otro paso hacia atrás. –lo primero que nos enseñaron en el simulacro es que no hay que hablar alto ni correr, así que mantén la calma –el oso se levantó en sus patas traseras.

- Dios, no puedo Nick, voy a gritar –me susurró aterrorizada.

- ¡Luciana, no! –le grité en un murmullo. Seguí hablándole al oso quien volvió a su posición de cuatro patas y logramos dar varios pasos más hacia atrás, sin embargo, la chica a mi lado se encontraba desesperada en medio del pánico – ¡Luciana, te estas moviendo muy rápido! –volví a regañarla, lo que hizo que el oso volviera a ponerse en alerta dando un paso hacia nosotros. Luci ahogó un gritillo y comenzó a llorar.

- No puedo más, Nicholas, voy a correr

- ¡Luciana, por favor no lo hagas! Sé sensata –pero era demasiado tarde ya estaba retrocediendo y en segundos echó a correr, tuve que seguirle los pasos para intentar protegerla, el animal no dudó en marchar tras nosotros. No era nuestra primera huida de alguna alocada situación pero si era nuestra primera vez huyendo de un oso. Alcancé su mano y tiré de ella intentando desplazarnos en zigzag para perdernos entre la vegetación y al mismo tiempo entorpecer su carrera ya que al ser tan grande se le dificultaba cruzar con rapidez.

Nos giramos por un segundo para localizar al agresor y ese instante fue suficiente para desviarnos del camino. Nuestros pies pasaron de largo, no había huida, ni vuelta atrás, solo un gran vacío y un río caudaloso esperándonos al final del acantilado. Grité como nunca había gritado en mi vida, con el miedo brotando de mi ser por las piedras que nos aguardaban. El agua me golpeó con fuerza colándose por mi nariz y por mi boca abriéndose paso hasta mis pulmones, moví mis extremidades para alcanzar la superficie, no obstante, una roca golpeó mi sien dejándome fuera de la realidad. La corriente fuerte me sumergía cada vez más a sus profundidades y me arrastraba por un camino desconocido. No sabía cómo estaba Luciana pero rogaba a Dios de que hubiese logrado salir, de que estuviese bien, que no tuviera el mismo destino que me esperaba a mí, ya no había miedo solo resignación: iba a morir.

Atados al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora