Capítulo 9

46 14 0
                                    

Bajé por la ventana de mi recamara. El impacto al caer dobló mis piernas que, por suerte, no se rompieron. Cojeaba, me costaba caminar. Las alturas jamás han sido mis amigas, ni muchas personas, pero da igual. Como sea, ninguna me presta atención. Creo. No sé.

¡MALDICIÓN! Arrojan algo dentro de la casa, cómo una botella. ¿Qué se puede hacer con una botella? UNA BOMBA. ¡Demonios, hay una bomba en mi casa! No logro ver quién la arroja, ni siquiera percibo movimiento, solo brisa, mucha brisa. Fresca. Golpea mi cara, pero no con fuerza, más bien como metiéndose entre mis ojos.

Subo las escaleras corriendo, entro a mi cuarto y veo lo esperado. Una botella, en el suelo, sólo eso. Me asusta, lo admito, pero podría estar en peligro mi familia. Me acerco con cautela a ella, mi corazón va mil por hora, no sé cómo actuar. Mi rostro se empapa, no lo controlo, gotas enormes de sudor brotan. Me aterro, cojo la botella con rapidez y doy un brinco hacia atrás. Arrojo la botella a la pared haciéndola romper (hasta la fecha nunca entendí el porqué de este impulso; pudo haber sido la peor idea y la última). No pasó nada, sólo sale una pequeña nota. No se puede hacer una bomba con sólo una hoja, a lo mejor algo diferente, pero no eso.

Levanté la hoja y decía algo con letras y números. B3 C4R3FUL. Obviamente sustituía letras con números, no era tan complicado de descifrar. "Es sólo un bromista", pensé. Sin embargo, todo esto cambió al escuchar el motor de carro encenderse. Me asomo por la ventana y el auto retrocede, como si se manejase sólo. ¡Maldición, se roban el carro y yo aquí parado! Bajo de nuevo por la ventana sin importar el impacto, sólo corro tras el auto. No parece acelerar mucho, pero las piernas me flaquean y no es suficiente para alcanzarlo. Lo veo perdido, alejándose y diciéndome adiós para siempre. ¿Cómo les explicaré a mis padres? No tuve la culpa de ello, pero aun así necesitan una explicación.

Me dejo caer al suelo con un deseo inmenso por gritar de enojo, tristeza, impotencia, TODO. Ahora escucho el motor volver, abro los ojos...ESTÁ DE REGRESO, pero viene hacia mí. Retrocedo, pero me acosa. Doy un paso atrás y él pisa el acelerador. Retrocedo, hasta que siento un ligero golpe, suficiente para derribarme. Me voy de bruces contra el suelo, no me duele nada, pero el impacto fue desconcertante. Del mareo y desorientación no puedo decir lo mismo, quiero incorporarme pero me tambaleo. El delincuente aprovecha mi estado, abre la puerta, se asoma y me apunta con un arma.

— ¡Por lo que más quieras, no me mates!—exclamé.

La persona se levantó y encendió las luces delanteras golpeando mis ojos. Fue entonces cuando me di cuenta que era una mujer, con físico atractivo debo admitir. Pantalones entallados, una blusa negra tipo polo por debajo y una capucha azul marino era lo que la cubría.

— ¡DEMONIOS!, ¿Qué te pasa?—respiró hondo, guardó la pistola y me dio la espalda—. Haré como que jamás escuche semejante estupidez y comenzaré de nuevo.

Me tranquilizaron un poco estás palabras, no se veía con mala intención y parecía que venía en buen plan. Aun así, no debía bajar la guardia (creo haberla perdido al asustarme de forma vergonzosa). Ella aún contaba con la ventaja del arma.

— ¿Eres una chica?—sonreí.

— No, claro que no. Soy un tipo súper macho alfa con voz femenina, caderas ensanchadas y con relleno en la blusa para disimular—se levantó—. Tantas idioteces en tan poco tiempo, ¿Cómo lo haces?

—Entonces, si eres una chica, grosera por cierto, creo que eso cambia la situación, ¿No lo crees?

— De nuevo haré caso omiso a tal estupidez y proseguiré—me dijo. Repito, no creo que tenga TAN malas intenciones, sólo es una tipa que quiere divertirse...creo—. Necesito de tu ayuda.

— ¿Así de simple me lo pides? No sé quién rayos eres y mucho menos cómo robaste el auto—exclamé—. Dame una buena razón para no llamar a la policía en este preciso momento.

—Aunque quisieras no podrías hacerlo—rió.

— ¿Quieres apostar?

— ¿Ahorro tiempo si te lo explico?

— ¿Explicar qué?— le pregunté.

— Que soy la diosa de los planes maestros.

—JA-JA-JA, también la diosa de las malas bromas. Ahora, apártate y déjame...—tomé el saqué mi celular e intenté llamar. "Sin servicio" eran las letras en la pantalla. Alardea, ríe y saca el chip del celular de su bolsillo—. ¡Maldición! Dime justo ahora quien eres.

—Crecí creyendo que eras fuerte e inteligente, ahora creo que tus amigos antisociales han cambiado eso en ti—rió a carcajadas—, a tal grado de exclamar MALDICIÓN para todo.

—Creo conocer esa risa.

— ¿3 años fueron suficientes para olvidarme?

—¡Por Dios!— grité—. No puedes ser...    

Cuando amanezca ahí estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora