Capítulo 24

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Llegamos al hogar de David O'Neal. Una casa bastante grande, como 3 veces más grande que la mía. Nos estacionamos al frente de ella y bajamos. La casa tenía los vidrios quebrados, el auto de David tenía un gran rayón que abarcaba desde la puerta izquierda hasta el cofre. El césped del jardín estaba quemado, pero no quemado por el Sol, sino quemado directamente con fuego. En esos momentos recordé lo de aquella noche, el explosivo improvisado que hicimos Kaitlyn y yo. Quizás repitió el proceso aquí.

Toqué el timbre y de inmediato escuché pasos que venían de adentro. Se hacían cada vez más fuertes, pero al cabo de unos segundos estos cesaron. Hice sonar el timbre por segunda vez y apenas presioné el botón, la puerta se abrió con tal tosquedad que nos detuvo el corazón a ambos. No tuve tiempo para retroceder cuando sentí la mano de David tomando mi camiseta halándome hacia él. Sentía su respiración tan cerca de mí, bastante desagradable y acelerada. Notaba su gran ira, una ira que no comprendía del todo. Puedo decir que en el basketball David es un asco, pero en cuanto a su amor incondicional por el gimnasio no puedo decir lo mismo. Es una bestia de 1.95, lo que significa que debo pararme sobre un banco de 10 centímetros para verlo a los ojos; incluyendo los músculos en todo el cuerpo. ¿Que si son reales? No lo sé y no me incumbe, aunque no me sorprendería que los haya conseguido con un poco de "medicamentos". Aun así no era fácil quitármelo de enfrente. No es que le tenga miedo, puesto que se defenderme, pero, bah... no quiero hablar de eso.

— ¡Hijo de @#$%^&!—gritó en mi cara. Su asqueroso aliento golpeó mi faceta que por poco me desmayo; en serio, no es broma. No entiendo cómo es posible que lleguen a besarlo con semejante sabor putrefacto.

— ¿De qué hablas?—reí en su cara. Si algo amo es hacer enojar a los tipos fanfarrones solo por diversión, lo que tal vez me convierte en uno, pero vale la pena—. Oh, ¿Hablas de lo de hace dos noches? ¿El fiasco al que llamaste "fiesta"?

— ¡Cierra el hocico!—me empujó. Continuar con las bromas no era la opción más viable. Al darme cuenta que su temperamento empeoraba a un nivel inimaginable cesé con ellas.

—Calma—le contesté—. No venimos aquí a mofarnos, más bien queremos algo de ti.

—Nada mío es de su incumbencia—entró a su casa—. ¡Largo!—estrelló la puerta.

Una de dos; sabía a lo que veníamos y por ende no quiere hablar de ello, o me odia demasiado como para actuar de esa forma. Lo dudo, ni siquiera lo conozco del todo y ni había oído su nombre hasta esta semana.

—Eso fue muy grosero—dijo Ashley.

—Lo conseguiremos.

—Lo mejor sería retirarnos—me dijo—. No es que le tenga miedo, pero no quiero que te arriesgues de esta forma. Ya encontraremos la manera de saber más información en cuanto a Kaitlyn.

—Daniel Dakota Frías nunca falla, y esta no será la primera vez—exclamé.

— ¡¿Dakota?! ¡¿Te llamas Dakota?!

—Así parece— reí.

— ¿Por qué no me lo habías dicho?

— Es una larga historia— froté mi nuca con la mano—. Hey, nos estamos desviando del tema.

— Ya te lo dije, no quiero que te metas en...

La puerta se abrió de nuevo, el gorila anterior salió de ella, y con un gesto un poco más tranquilo pero aún enojado me dijo:

Cuando amanezca ahí estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora