Capítulo 47

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Es Viernes, demonios. Todo resulta ser un asco. La entrega de toga y birrete empezará pronto, pero bah, apenas sí quiero salir de mi recámara. Son las 10:30 horas, y la ceremonia empieza a las 12. Sólo tomo una ducha rápida, nada que 10 minutos de baño no arreglen. Cojo los primeros shorts que encuentro y una camiseta estampada con el logo del "Hombre Araña" en el pecho. Calzo unos tennis negros en franjas blancas, los mismos que Kaitlyn me regaló. Los beso, y salgo de la casa con el corazón quebrado.

Me llevan mis padres, ambos quieren hacer presencia cuando pase al frente y reciba el papelillo enroscado. Se supone que sería un momento memorable. Quiero tratarlo como uno más.

Las rodillas me tiemblan, y no por el hecho de que pasaré al frente a decir unas palabras, sino porque quiero que ella esté aquí para verlo. Para vivirlo, y para ser partícipe de esto.

Uno a uno se va mencionando los nombres. Cada rostro conocido. Cada figura desconocida que desearía haber conocido. Mencionan a esa chica "Amanda Jennifer Gustin", la verdadera causante de todo el alboroto. Me sorprende que esté aquí. No quiero ni imaginar la sorpresa de sus papás al descubrir que estaba de regreso. No quiero ni pensar en las dos ramas que desembocan de su vuelta. Ya sea a) que les haya contado lo sucedido, que usurpó el nombre de una muerta para saciar su sed de atención. O b) que no haya dicho nada de lo sucedido y lo guarde en su memoria, como un secreto que le carcomerá la consciencia. No es cuestión mía. Ella decidirá qué rumbo tomar.

Llega mi turno, y el mundo se me viene encima. Por poco caigo al dar un mal paso en el escalón. No veo con claridad, y no me puedo mover con fluidez. Estoy enfrente, en el podio, y todo me da vueltas. No padezco de pánico escénico, pero esta vez es diferente. Me mareo, es horrible la sensación de pesadez en el estómago. Finalmente, cierro los ojos, respiro profundo y trato de calmarme. Sujeto el micrófono, se supone que debo decir el discurso alentador para el fin de una generación, pero en este momento no recuerdo nada de él. Veo a todos lados, tengo la esperanza de verla ahí sentada, ver a Kaitlyn Margot Danvers en una de esas sillas, aplaudiendo, riendo con sus amigas y platicando sobre sus futuros planes, pero no está. Observo su asiento vacío, ese donde debería estar ella. No me contengo, derramo una lágrima y miro al cielo. Por favor, Kaitlyn, muéstrate de donde sea que te escondes y baja un momento para decirte adiós.

—"Todo marcha mal", esa es una buena frase para empezar un discurso que describa a la perfección la situación actual—repliqué. No era ni un poco semejante al discurso que debería decir—. Pero, ¿A quién le importa lo que diga en estos minutos? Puedo pararme, desnudarme, gritar palabras obscenas y maldecir a todo el que se interponga, y no será hasta que muera que todo eso será recordado. ¿Por qué debemos esperar a que alguien parta para notar su ausencia? Tantas lágrimas derramadas falsas, y tantas sonrisas falsas engañándose como si todo estuviera bien. Pero NADA MARCHA BIEN. Todo es tan paradójico. No puede existir la mentira sin la verdad, y la verdad sólo se hace evidente cuando hay una mentira de por medio. ¿Estoy triste? Sí, estoy muy triste. ¿Estoy desconcertado? Bastante, que casi quiero suicidarme. ¿Estoy enojado? En lo absoluto, porque así como Kaitlyn Margot Danvers, existen muchas otras personas incomprendidas que por comprender solo un cuarto de su vida creen poder descifrarla por completo. Y aún peor, una persona como ella merece al menos una despedida en escala a lo que ella representó para todos nosotros. ¿Y qué es lo que tenemos? Un cuerpo calcinado por un asqueroso conductor en un avión hecho trizas. No queda ni una parte de ella. Está muerta, y no es nuestra culpa. Pero si alguien en este momento llega y arroja tres granadas que nos fulminé a todos, ¿Será nuestra culpa? ¡EL RESULTADO ES EL MISMO, Y NO PUEDE CAMBIARSE! No nos engañemos, no podemos cambiar lo que está hecho, y tampoco podemos ocultarlo. Porque eso sería como intentar cortar un roble desde su raíz y que no deje ni un rasguño en el suelo. Hace unos días nos dieron un discurso que hablaba del olvido, que no debemos dejar a nadie en esa zona. Sin embargo a diario dejamos a una persona en ese lugar: a nosotros mismos. Pensamos entender lo que pasa en la vida de los demás, pero ni siquiera entendemos lo que pasa en nuestras propias vidas. Cada día nos alejamos de lo que solíamos ser en un inicio. Quizás sea para bien. Quizás sea para mal. Pero ya nada importa. Estamos aquí reunidos, y eso no basta para llenar un vacío inmenso. Y ni todos ustedes juntos alcanzan a llenar ese asiento vacío. Porque nadie nunca será como ella. ¿Y dónde estaban ustedes cuando estaba llorando? Cuando ella pasó por una crisis por las bromas que le jugaban. Cuando ella fue encontrada en su baño con cicatrices en sus muñecas por la muerte de su hermano. Quizás nadie de ustedes sepan todo eso, pero aun cuando me aleje de ella por tres años, seguía al tanto de su vida. Y me siento culpable por dejar que todo esto pasara. Después de todo, ella nunca dejó de mostrarse alegre y llena de energía. Aun cuando ella pasaba por un rato amargo, nos hizo creer que todo marchaba de maravilla. Que la sonrisa honesta en su cara cada mañana prevalecía. Que su fragancia estaba presente y jamás lucía desaliñada. Porque si ella se encontraba mal, solo ella lo sabía. No clamaba por misericordia, ni iba repartiendo lastima por el mundo. Era un símbolo de optimismo, y partió por un motivo que está fuera de nuestro entendimiento. Muchas gracias por todos estos años, y es una lástima estar al frente de ustedes diciendo estas palabras. Mi idea era que todos estuviéramos completos, recibiendo unas cuantas risas y frases alentadoras, pero esto es lo único que les puedo decir: No vivan cada día como si fuera el último, porque si siguieran ese consejo, vivirían aterrados y ansiosos esperando por el accidente o por el infarto fulminante que se los llevará de este mundo. En cambio, vívanlo como si fuera el primero. Como si no conocieran a nadie y se mueren de ganas por conocerlos a todos y compartir y crear momentos memorables lo más pronto posible. Porque esa es mi perspectiva de la realidad, y está de más decir que las mejores cosas son aquellas que pasan en los momentos más inesperados.

Gracias.

Cuando amanezca ahí estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora