Capítulo 45

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Transcurrió el día. Era jueves, estábamos a unas horas del baile de graduación y la  noticia de la muerte de Kaitlyn había sido confirmada. Por un momento esta mañana pensé que se trataba de un milagro, al ver a los papás de Kaitlyn en mi casa y darme cuenta que estaban en perfectas condiciones físicas. Pero al ver a su madre derrumbarse en llanto todo se revirtió, y supe que ellos tomarían otro vuelo, uno distinto al de su hija. Fue entonces cuando ellos mismos dieron a conocer la información. Fotos del incidente destruyeron mi poca esperanza, y ver imágenes de los cuerpos de las víctimas no especificadas estremeció mi ser. Imaginar que una de ellas podía ser Kaitlyn me daba escalofríos. No es más un “Puede estar viva” o “Hay esperanzas de que sobreviviera”.
Me hierve la sangre pensar en un posible funeral. No es una ceremonia que se planee con anticipación y se ordenen arreglos como si de una fiesta se tratase. Sólo hay algo en lo que sí coincide una fiesta y un funeral: debe estar presente el condecorado. Y esta vez, ni siquiera los restos incinerados de Kaitlyn Margot Danvers estarían ahí. La frustración, el dolor y el enojo de no verla una vez más me pudre el alma. Pero si sigo pensando en eso con tal depresión, las heridas en mis muñecas terminarán por ser mucho más profundas.
Regresando al baile, creo que iré sólo. Mis opciones incluían a Kaitlyn, y por un momento, a Ashley, pero ninguna se puede. Tengo el esmoquin, pero no tengo acompañante. Técnicamente, entraré, me sentaré en las gradas y veré como fluye todo. Debo ir, por compromiso. No es algo que me apasione, considerando que  mis movimientos en la pista son torpes y descoordinados.
Ahora es noche, son las 20 horas y ya estoy listo para irme. Pido el carro de papá, el mismo que Kaitlyn tomó sin permiso. Todo es un asco. Aun cuando no está ella presente, respiro su fragancia. Su perfume inconfundible. Sus cejas inconfundibles. Su mirada inconfundible. Todo está en mi mente, y la siento más viva que nunca.
Me despido de papá y recibo la bendición de mamá. No queda más. Solo enciendo el auto, y me dirijo al baile. Veo cada letrero en la noche. Cada luz, cada destello me lleva a otro lugar. Me pierdo en la oscuridad. La noche jamás la había pintado de esta manera. Es hermosa la brisa de verano golpeando mi rostro y rememorando viejos tiempos. 40, 50, 60, 70 millas por hora. Sigo acelerando, y la adrenalina corre por mis venas. Me siento mejor que nunca. Me desvanezco en el asiento, cierro los ojos y suelto el volante. Toda da vueltas, es tan preciosa la sensación. Un escaparate a la realidad sin necesidad de ingerir sustancias.  Me recuesto, pierdo el control y sólo espero el impacto.
—Kaitlyn, me voy contigo.




¡DEMONIOS!, ¡¿QUÉ ESTABA PENSANDO?! Despierto como impulsado por mi corazón. Se colea el auto con tal viveza que casi choco contra un poste de luz. Por poco logro salvarlo, no conseguí ni unos ligeros rasguños en el auto. Dios, gracias. Pudo haber sido mi último viaje. Siento el corazón salirse del pecho, mi pulso se aceleró y las piernas me tiemblan. Ahora miro hacia atrás, veo una cola de autos que me observan. A lo lejos, unas luces rojas y azules.
Quizás sea cobardía, pero abandono la escena antes de ser perseguido.
Estoy frente a la escuela. Demonios, jamás la había visto como un monstruo. La veo inmensa, es horrible. Accedo por las puertas principales y, de nuevo, nadie se percata de mi existencia. No es que sea un marginado, pero tampoco soy el centro de atención.
Son las 20:30 horas y me paseó por los casilleros. Visito los lockers más importantes que fueron para mí. El 281, que era el mío. El 200, el de Bryan. Y el extraño de Wade que jamás tuvo uno propio por miedo a los robos pero compartía casillero con Bryan. Tuve ese mismo locker por todos los años. El mismo junto al de los tipos que se besaban y se desnudaban en público. Y del otro lado, a casi 100 lockers a mi derecha se encontraba el más perfecto. El hermoso 377. Ese donde una chica de ojos turquesa y cejas infernales era acosada por un patético jugador de basketball y que, unas noches después, decidió arruinar su fiesta. Lo beso, lo toco como lo más cercano a ella en estos momentos.
Durante toda la escuela ella tuvo muchos pretendientes. Algunos de verdad querían algo serio, y otros, sólo querían divertirse un rato. Pero si algo bueno había de esto, era que podías dejarle tantas notas como quisieras y no se daría cuenta. Había tantas en su casillero como para poner especial atención en las mías, incluyendo que no tenían nombre.
Fueron sólo tres años los que nos distanciamos. Hay personas que pueden durar décadas sin tener contacto alguno, o pasan directamente a ese oscuro lugar llamado "olvido". Pero me es más trágico haberla visto día con día durante seis semestres caminar rumbo a su locker "377", el cuarto de la segunda hilera, sacar sus libros y saber que al amanecer ella siempre estuvo ahí. Feliz y radiante como siempre lo fue. Llegué a creer que pasaba por un momento duro, que debía estar ahí para ella. Pero ahora entiendo que la realidad era todo lo contrario. Lo veo con más claridad. Ella nunca se volvió aislada de la sociedad. Ella nunca se volvió una chica reservada. Ella nunca se volvió  una chica con sed de venganza. Ella siguió siendo la misma. La ilusión y deseo de forjar un presente y futuro con ella distorsionó mi perspectiva de la realidad. Me hice una idea errónea de que solo estaría bien si era a mi lado. Nunca le di su espacio, nunca la dejé ir y no me di el tiempo de detenerme a contemplar mis alrededores y observar cuán fantástico era todo.
Tuvimos muchas hazañas juntos, que sólo en mi imaginación eran fantásticas. Las recuerdo y me doy cuenta que no eran la gran cosa. Sólo unas cuantas travesuras de niños que me parecían maravillosas en su compañía.
En aquella noche no lucía con frustración en su ser. Y lo obsesión me cegó, me impidió ver la realidad como tal. No hubo secuelas, a pesar de pensar que las habría.
Las únicas secuelas fueron estas cortadas en mis muñecas. No son ni de cerca profundas, pero el trasfondo es lo que las hace ser recordadas. Sin embargo, de todas formas habría pasado. El "qué hubiera pasado si..." si dejaba pasar el auto "robado" de mi casa, el haber cerrado la ventana y dormir temprano viendo películas cursis no pudo cambiar el rumbo del avión. De todas formas moriría unos días después del aniversario luctuoso de su hermano. Podría jurar hace unos días que su plan era acabar con su vida. Suicidarse, en sentido explícito. Tenía ese dolor quizás, pero su fuerza la mantenía de pie. Hasta que llegó la turbulencia y los problemas técnicos. Entonces su fuerza no fue suficiente.

Cuando amanezca ahí estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora