Capítulo 41

25 5 2
                                    

<"Siempre te he considerado alguien fuerte e inteligente, ahora demuéstramelo; Con amor, KMD"> fue una de las primeras notas de Kaitlyn, y era precisamente lo que requería demostrar en estos momentos. Ser fuerte no sé si vaya conmigo, pero en estos momentos luchaba porque fuese realidad.

No sentí tristeza ni enojo, por el momento. Más bien fue algo extraño, agridulce y desconcertante. Como decir que los vecinos cortaron su frondoso árbol y un mes después vuelves a verlo como si nada, con unas rasgaduras y una que otra rama lastimada nada más.

Podría dar cientos de términos que describieran esto, pero sólo uno lo hacía a la perfección: Desilusión. Esa que sientes después de haber ahorrado todo un semestre para comprar el videojuego que querías y que, al probarlo, te percatas de que no era ni una pizca de lo que esperabas. O aún peor, un sentimiento de culpa al hacer algo que anhelas pero que tus padres no quieren que hagas y creer que al final te sentirás el maldito rey del mundo, pero lo único que queda en tu mente es un "Dios, tenían razón". Fue drástico. Fue estremecedor. Pero no fue Kaitlyn quien estaba frente a mí.

—Amanda Jennifer Gustin.

—La única.

— ¿Qué es lo que haces aquí?

—La pregunta es ¿Qué hacen ustedes aquí? Oh, esperen. ¿Esperaban ver a "la otra"?

Lo recalcaba con ironía, me enfadaba pero me derrumbaba el interior. Mi mente se fracturaba en miles de pedazos dispersos entre el tiempo transcurrido. No se trata de recorrer solo una semana, o menos. Sino de haberlo dado todo por una persona que finalmente creía descifrar. Pero ahora todo da vueltas, se vuelve más complejo y no entiendo nada.

— ¿Podemos...tomarlo...con...calma?

— ¿Pides calma? Pero todo esto lo hice para acabar con ella.

—Amanda—dijo Ashley y dio un paso al frente—. ¿Qué está sucediendo?

—Me encantaría saberlo—sonrió Amanda.

—Eres una enferma.

— Y tú una perra.

La abofeteó, por instinto, reacción u odio. Pero fue tan sonoro que el seco estruendo estremeció mis ideas.

—Ambas, cálmense. Por favor. Sólo. Respóndenos.

— ¿Crees que pueda contestarte con estas cuerdas quemando mi cuerpo?

Las desatamos, las chicas manteniendo a su manera su guardia. Se incorpora y nos sentamos para relatar todo. A diferencia, ahora no lucía fanfarrona sino preocupada, pero aún con prepotencia. Maldición. Quería saber esto, pero me sentía devastado. ¿Kaitlyn, estás ahí?

—Tu padre te ha estado buscando como loco—le dije.

—Mi fuga no es culpa de su locura—rió—. Pero si viceversa.

—Es tu padre, haría lo que fuera para protegerte.

—Si fuera tan buen protector nunca habría conseguido escaparme.

—Porque eso implica confianza, de él hacia ti.

—Implica muchas más cosas que solo eso, y estoy consciente de ello. Pero juntas solo fueron pólvora. No fue la chispa que detonó la bomba.

—Es un tipo bueno, no le veo algún contra o malicia para hacerte sufrir.

—No tener la intención de hacer algo no significa que no vaya a suceder—replicó—. Si toda esa gente no hubiera tomado el 11 de Septiembre la década pasada ese vuelo desde Boston hasta Los Ángeles entonces habría sido imposible secuestrarlo y aún tendríamos esos dos bellos rascacielos. O quizás sólo habría retrasado la catástrofe, o hubiera pasado algo peor, o no sé. El punto es que somos participes de muchas cosas que ni siquiera nos damos cuenta.

Cuando amanezca ahí estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora