Capítulo 11

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Ambos brincamos por la ventana para adentrarnos a la Finalmente estaba dispuesto a vivir una aventura con la chica de mis sueños, quien afirmaba sería la mejor de mi corta vida. Kaitlyn manejaba, pero no por mucho, sólo volvió el auto a su lugar inicial y bajó.

— ¿Qué te pasa?—exclamé—. ¿Por qué hiciste eso?

—Cuando amanezca ni siquiera te preocuparás por ello. Sólo quería llamar tu atención. El auto es muy arcaico para llevarlo.

Salimos del auto para adentrarnos a la ciudad nocturna. Ella iba adelante vigilando la situación buscando cosas que pudieran ser delatoras. Me apena pensar que esta vez sea ella quien está cuidando mi trasero y no al revés, como siempre lo había pensado.

Cruzó la calle hacia su casa blanca indicándome con su mano que permaneciera en lugar donde estaba y me dijo que no tardaba en regresar. Por desgracia lo que para nosotros es una eternidad para ellas solo son unos cuantos minutos. Regresó con su bicicleta morada diciéndome que sería parte esencial del plan.

—Anda, ahora ve por la tuya—me dijo.

—Creo que aborto la misión y vuelvo a mi recamara para dormir en un lugar lejos de bicicletas—le dije. Oculté mi rostro en la oscuridad, no sabía que decir.

— ¿No tienes una?—me preguntó—. Si no te importa el tamaño y las flores rosas puedes usar la de mi prima menor.

—No es eso—bajé la mirada—. Es solo que...

—No me digas lo que estoy pensando—me interrumpió.

—Creo que...

— ¡No!—gritó asombrada. Cubrió su rostro con las manos y rió.

— ¿Qué?

—Aún no aprendes a andar en bicicleta, ¿Cierto?

—Te juro que no había vivido situación más penosa en mi vida.

—Y yo no había visto a un tipo de 17 años que no supiera andar en bicicleta—rió mostrando su perfecta sonrisa.

—Por Dios— le di la espalda—. Siento haber arruinado la noche apenas unos minutos de haber comenzado—me puse las manos sobre la cabeza y estire mi pelo como si de una gran angustia se tratara.

—No la has hecho—rió—. Incluso creo que la has mejorado.

— ¿A qué te refieres?

Kaitlyn caminó hacia la banqueta, se detuvo en medio de la calle. Comenzó a buscar algo con la vista hasta que finalmente lo encontró.

—Hay un auto en aquella casa— señaló dos casas a la izquierda—. La tercera es la de mi tío. Si me ayudas a entrar le puedo pedir prestadas las llaves de su Cadillac.

— ¿A estas horas no crees que ya ha de estar roncando?

—Te aseguro que no.

Si eso borra lo anterior, hagámoslo.

Créeme, nada lo hará.

Ambos caminamos hacia la vivienda, buscando de no despertar algún perro de la cuadra que notara nuestra presencia y comenzara a ladrar desenfrenadamente. Llegamos a la casa del "tío" de Kaitlyn, quien efectivamente tenía estacionado un Cadillac negro en la parte posterior. Ella caminó hacia el patio trasero con mucha seguridad como si su presencia fuera libre y aceptada en la residencia en el momento que lo deseara. Siempre amé su caminar. Era una persona segura de sí misma con mucha autoridad y decisión en lo que sea que realizara. Además de que es el tipo de chica linda que puede presumir de tener una figura envidiable. No era extremadamente delgada pero tampoco lucía descuidada, más bien es la clase de chica que mueres por presentarles a tus padres un viernes por la noche para invitarla al baile de graduación. Lucía deslumbrante en esos jeans negros que vestía, portando una camiseta del mismo color para pasar desapercibida en la oscuridad de la noche. Pero eso solo contrastaba la perfección de su blanca y tercia piel, misma que se iluminaba con el resplandor de la luna de aquella magnifica velada. Aún no terminaba de creer lo que estaba sucediendo. Me encontraba con la chica que me trajo como loco los últimos seis años en una ocasión que prometía ser inigualable. Tal vez ya he tenido muchas otras anécdotas épicas a su lado pero puedo afirmar que esta superara cualquier otra historia jamás contada por un tipo al que finalmente le correspondió su amor platónico...aunque sea como mejores amigos.

Cuando amanezca ahí estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora