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Closer.

Las rodillas de Jolene estaban apretadas sobre la tierra, provocando que varios trozos de rocas se enterraran en su piel, pero eso era lo que menos le importaba. Estaba mirando hacia arriba y al percatarse de que un titán estaba con su madre entre sus enormes manos, lo único que pudo hacer fue estirar su brazo en un vago intento por detener al gigante. Como si realmente pudiera hacer algo.

¿Su madre estaba viva? ¿Cómo era eso posible? Quizás estaba teniendo una visión y al día siguiente el desastre invadiría al Distrito Shiganshina, pero al menos, podría hacer algo para salvar a Shekina.

— Tu padre...

No... No era una visión. Todo eso ya lo había vivido.

El titán partió a su madre por la mitad con los dientes y el cuerpo de Jolene comenzó a temblar. No escapó, no lloró y tampoco gritó en un intento por salvar a su madre. Varias gotas de sangre la bañaron y justo cuando estaba por rendirse, se levantó poniendo en marcha el plan de emergencia. El plan suicida.

El titán la observó mientras ella sentía como sus rodillas se dormían por haber estado tanto tiempo apoyadas sobre rocas pequeñas y con los ojos aguados un grito salió disparado de su garganta como si de una bala se tratase.

— ¡Detente!— No podía abrir más su boca y los ojos le ardían como si hubiese fuego en ellos.

El titán la observó por varios segundos y, con una sonrisa aterradora en el rostro, estiró una de sus enormes manos hacia Jolene. Sus dientes estaban manchados de la sangre de Shekina, al igual que su rostro y el cuello. De repente, los sentidos de Jolene se pusieron en alerta y justo cuando el gigante estuvo a punto de cerrar su mano alrededor del cuerpo de la chica, Jolene le dio un puñetazo en medio de la palma, si iba a morir no moriría sin luchar.

Por más minúsculo que aquel golpe fuera, algo extraño que ella no pudo procesar sucedió.

El titán se detuvo.

Los ojos se le abrieron tanto que sintió que se le salían de lugar y, al parecer, había gritado ya que sus compañeras de cuarto se levantaron a ver que le sucedía

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Los ojos se le abrieron tanto que sintió que se le salían de lugar y, al parecer, había gritado ya que sus compañeras de cuarto se levantaron a ver que le sucedía.

— ¿Jolene?— Christa se asomó por la litera de arriba mientras la miraba preocupada. Mikasa, que se encontraba en la cama de la otra punta de la habitación, se apoyó sobre sus codos mientras observaba a Jolene quien no conseguía pestañeaba.

— ¿Estás bien?— Preguntó Sasha desde su litera.

Al oír la pregunta, consiguió entrecerrar los ojos y secarse el sudor de la frente con la manga de su pijama. Se sentó sobre su cama y soltó todo el aire que sus pulmones habían estado reteniendo.

— Si... Sólo fue una pesadilla.— Cerró los ojos y el recordar la imagen de su madre partida en dos le revolvió el estómago.

La sopa que había cenado la noche anterior viajó de su estómago hasta su boca y se tapó la mitad inferior del rostro al sentir el vómito venir. Se levantó de su cama a la velocidad de la luz, y fue tan descuidada que se golpeó la frente con la litera de Christa. No le prestó atención y corrió hacia la salida del cuarto, trotó por el porche de la cabaña y bajó las escaleras para soltar toda la sopa que no había logrado digerir en el suelo.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora