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Lost.

Alan nunca fue tan fuerte como después de graduarse como un soldado. De hecho, aprendió a volverse fuerte mucho antes de entrar al campo de reclutas. Y es que no le quedaba opción.

Él, al igual que la gran parte de sus compañeros, tenía el sueño de salir de los muros y tener una vida pacífica sin la necesidad de estar rodeados de paredes de concreto; Sin el temor de que un gigante pudiera estropear todo lo que habían construido.

Su madre había muerto en el parto de su hermana menor y su padre, al ser uno de los comerciantes más poderosos del Distrito Shiganshina, tenía muchas pretendientes incluso antes de que su esposa muriera. Sólo le tomó seis meses para volver a casarse, abandonando casi por completo a su hijo y consintiendo de una manera ridícula a su hija.

Jalander era el calco vivo de Alan. Cabello castaño, ojos amarillos y piel morena. De hecho, por más extraño que suene, la niña parecía más hija de su hermano que de su propio padre. Y de alguna manera, así era.

Cuando Jalander cumplió los diez años, tanto su madrastra como su padre comenzaron a dejarla de lado. Comenzaron a abandonarla justo como hicieron con Alan, quien solo llegaba a su casa para dormir y levantarse a la mañana siguiente para buscar trabajo en algún bazar del Distrito. Él la cuidaba, la protegía y sobre todo, la amaba. Después de todo, ella era su hermana menor.

Aun así, Jalander y Alan consiguieron seguir adelante con esa vida tan extraña que cargaban sobre sus hombros. Tenían al comerciante más poderoso de toda Shiganshina como padre, pero se encontraban en un estado de abandono completo. Parecía una broma.

Alan había tenido el deseo de salir de los muros desde que vio a la Legión de Reconocimiento salir por la enorme puerta que los separaba de los titanes, y aunque supiera los riesgos que implicaba el abandonar la ciudad, no se aisló de aquel sueño. Pero le salió caro.

Su madrastra convenció a su padre de echar a Alan de la casa, aunque solo tuviera doce años y no tuviera un trabajo como para poder mantenerse. ¿La razón? Todo porque el niño estaba "descarrilado" al querer salir de los muros. Jalander lloró, pataleó y golpeó a su padre con toda la fuerza que sus pequeños brazos tenían, mientras que el hombre jalaba del cabello de Alan para arrastrarlo hasta la puerta de salida. Su esposa lo observaba desde el marco de la puerta de su habitación con una sonrisa maliciosa en los labios mientras se cruzaba de brazos y oía a su hijastra sollozar.

— ¡No! ¡No puedes echar a Alan!— Su voz salía desgarrada y dejó de golpear a su padre para abrazarlo por el estómago, tratando de detenerlo.

— Si no quieres acabar en la calle tú también entonces hazte a un lado. — Y luego de decir eso con su voz ronca, empujó la cabeza de su hija hacia atrás, alejándola de su cuerpo.

Jalander, desesperada, llegó a abrazar a su hermano mientras él se abstenía a derramar lágrimas, porque eso era lo que quería ver su madrastra. Verlo sufrir.

— ¡Alan! ¡Alan, no me dejes sola!— Gritó su hermana mientras aplastaba su mejilla contra el pecho del niño y le mojaba la camiseta con sus lágrimas.

El hombre al que Alan ya no quería llamar su padre, abrió la puerta aún con varios mechones de su cabello entre sus dedos y con su pierna separó a Jalander del niño. Lo lanzó con una fuerza brutal hacia la calle y Alan se estrelló con la pared de la casa que se encontraba en frente, mientras apretaba los dientes. Veía a su hermana tratando de correr hacia él, pero su padre la levantó del suelo enredando su brazo por su estómago y lo último que oyó decir de su parte fue:

— ¡Te encontraré! ¡Lo prometo!

Y la puerta de la que fue su casa se cerró ante él. Para siempre.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora