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... But you're beautiful to me.

Armin corrió a través de las calles del Distrito con un libro aprisionado entre sus brazos mientras buscaba a su mejor amigo con los ojos mucho más azules que de costumbre y una enorme sonrisa abarcando todo su rostro. Había encontrado aquel libro en el sótano de su abuelo y a penas sus dedos hicieron contacto con él, supo que el haber bajado al subsuelo valdría la pena.

— ¡Eren!— Exclamaba sin importarle que muchas personas se le quedaran viendo con una ceja levantada. En cuanto sus ojos chocaron con Eren, se percató de que él estaba apoyado sobre sus manos detrás de su espalda y mirando el cielo, como si estuviera buscando algo en el. — ¡Eren! ¡Eren!

La emoción le carcomía los huesos y ya había experimentado aquella sensación de escalofríos mientras corría hacia su amigo, que solo giró la cabeza para mirarlo aún apoyado sobre sus brazos. Alzó una ceja, y a pesar de que no estaba de humor para lidiar con un Armin bastante exaltado, decidió quedarse en su lugar a esperarlo.

— ¿Qué pasa ahora, Armin?— Preguntó una vez que el rubio estuvo parado a su lado.

— ¡Mira este libro que mi abuelo tenía escondido!— Exclamó aún con una sonrisa de oreja a oreja. Eren clavó los ojos sobre el libro y se percató de que era uno muy viejo y bastante sucio, obviamente estuvo guardado durante años. — ¡Es sobre el mundo exterior!

Eren ladeó la cabeza y se incorporó para observar bien aquel manojo de hojas al oír las palabras de su amigo. Había pensado que otra vez Armin sólo lo buscaba para hablar de tonterías, pero jamás pensó que podía llegar a encontrar algo sobre el mundo exterior.

— ¿El mundo exterior?— Preguntó extrañado. — Pero eso está prohibido, ¿No es así? ¿Qué pasará si la Policía Militar lo descubre?

Armin se inclinó hacia adelante, con las mejillas sonrojadas y con un brillo en sus ojos que ni siquiera Eren había presenciado antes. Jamás lo había visto tan emocionado por algo, tan feliz... Tan vivo.

— ¿A quién le importa eso ahora?— Le extrañó oír esas palabras de la boca de Armin, ya que el siempre solía seguir las reglas al pie de la letra, sin protestar y con la boca cerrada, pero ese día fue diferente. Armin estaba fuera de sí mismo, como si no pudiera controlarse. — ¡Según este libro, la mayor parte del mundo está cubierto por una enorme cantidad de agua llamada "mar"! ¡Y que es muy salada!

Eren abrió los ojos de par en par y se acercó aún más a su amigo, que seguía inclinado hacia adelante con el libro entre sus manos. Tenía que ser broma. Por más que su curiosidad por conocer el mundo exterior fuera mucho más fuerte, siempre había tenido un poco de miedo a cerca de lo que pudiera encontrarse fuera de los muros, y definitivamente no era el único que se sentía de esa forma.

— ¿Salada? Tiene que ser mentira. — Hizo una pausa. — ¡La sal es un tesoro! Incluso en los bazares más caros está agotada.

Armin lo interrumpió.

— ¡El mar es tan grande que no se podría acabar!— Eren sonrió ante la ingenuidad de Armin mientras se volvía a apoyar en la palma de sus manos y negó con la cabeza, incapaz de creer lo que su amigo le estaba contando.

— Es imposible.

Por un momento pensó que era una broma, que el niño sólo estaba jugando y que jamás sería algo real lo que le estaba diciendo, como si formara parte de un cuento de hadas. Infantil, patético e irreal. Armin pareció ignorarlo.

— ¡No es más que montañas de sal!— Se puso de cuclillas frente a su amigo, abrió el libro por donde se había quedado la última vez que lo leyó y lo apoyó sobre el suelo para que Eren alcanzara a verlo.— ¡Agua de fuego! ¡Un continente de hielo! ¡Campos de arena!— Se arrodilló ya que las piernas se le estaban durmiendo por la incómoda posición en la que se encontraba. — El mundo exterior debe ser mucho más amplio que el interior de estas murallas.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora