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Humanity's strongest.

La ciudad pasó de ser pacífica y relativamente segura a ser un completo basurero plagado de titanes de todos los tamaños. Parecía ser el retrato del Distrito Shiganshina cinco años después de la tragedia y a Jolene le amargó la idea de que con tan solo mirar al cielo, absolutamente todo se desvanecía. Como el tiempo.

Y de repente vio a una versión reducida de sí misma parada encima de un charco de la sangre de Shekina con los pies desnudos y la piel de un tono cadavérico. Pero, aunque un titán se estuviera alimentando de los restos de su madre justo sobre su mata de cabello castaño, por alguna razón no podía dejar de mirar hacia arriba. Era patética la manera en la que solía evadir el hecho de que todo a su alrededor se estaba abatiendo de manera veloz y fingía ignorancia con las pupilas clavadas sobre el cielo que la cubría.

Eres realmente una idiota.

El hedor a sangre fresca y la pólvora de los cañones de alguna manera consiguió trepar los cincuenta metros de muro que alejaban a Armin, Mikasa, Eren, Jolene y Pixis del suelo. El estómago de Tamashi se contorsionó, pero no consiguió vomitar absolutamente nada. Hacía horas que no comía y aun así se sentía lo suficientemente fuerte como para una última pelea antes de caer rendida.

Después de toda aquella conmoción por parte de los soldados de las Tropas Estacionarias ante la supuesta "amenaza" que los cuatro recién graduados representaban para la humanidad, Pixis había llegado justo a tiempo para detener la orden del capitán al cañón que los apuntaba para abrir fuego. Y al parecer, el hobby del alcohólico comandante era hacer perder las esperanzas de vida de las personas para luego salvarlos. O al menos así lo percibía Jolene, que ya había tenido una experiencia muy parecida con Dot, no una, sino dos veces.

Aunque al principio pensara que Pixis había arruinado su vida al capturarla, a los pocos meses de entrar al campo de reclutas de alguna manera sintió la necesidad de agradecerle por haberlo hecho. Si seguía con su vida de delincuente no la matarían los soldados ni los titanes. Lo harían los civiles que habitaban la ciudad. Bastaba con bajar la guardia unos segundos para que una masa de gente alborotada la rodeara y la golpearan hasta matarla, porque si alguien tuviera la oportunidad de lastimar a un delincuente ni siquiera podría dudarlo dos veces.

— Ya veo. — Dijo Pixis con la mano en la barbilla mientras miraba hacia el interior del muro Rose con los cuatro adolescentes detrás suyo, observándolo expectantes. — ¿Entonces tú crees que el sótano de tu antiguo hogar guarda los secretos que la humanidad ha estado buscando desesperadamente los últimos cien años?

Eren estaba arrodillado sobre el hormigón ya que casi no podía mantenerse de pie por su cuenta. Su piel morena estaba pálida, los ojos le pesaban y ni siquiera tenía las fuerzas suficientes como para mantener la espalda erguida. Después de todo Jolene sí tenía razón, convertirse en titán dos veces en menos de dos horas lo había dejado físicamente destrozado.

— Sí. ¿Usted me creerá?— Hablar era tan doloroso como todas las molestias que sentía en su cuerpo, y Armin, que se encontraba parado justo a su lado, se percató de eso con tal solo oírlo.

Pixis se quedó en silencio un momento.

— Ni siquiera tú puedes asegurarlo. — Se volteó y lo miró de reojo con las manos detrás de la espalda. — Pero digamos que por ahora es una opción que tendré en cuenta. Sin embargo, puedes probar tus verdaderas intenciones con tus acciones justo ahora.

Jolene alejó los ojos de la devastada ciudad para ver a Pixis directamente. A pesar de que estuvo casi en estado de trance observando lo poco que quedaba del Distrito de Trost todo el tiempo que Eren y el comandante hablaban, estaba al tanto de lo que decían como Armin y Mikasa. Aunque no participaran de la conversación.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora