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His forgetfulness.

Jolene saltó de su cama tan pronto como un pequeño rayo de luz entró por debajo de la puerta de la habitación y anduvo en puntas de pie a través de todo el lugar mientras buscaba su uniforme, pero al solo encontrar su chaqueta y sus botas casi dio vuelta todo el cuarto en busca del resto de su ropa. Mikasa se sentó en su cama mientras observaba a Jolene agachada debajo de su cama en busca de las prendas y entrecerró los ojos con ganas de darle una patada por su torpeza.

— Tienes tu uniforme puesto. — Habló en voz alta y Jolene se quedó petrificada.

Se levantó del suelo y miró su estómago, sin poder creer que se había quedado dormida sin quitarse la ropa. Después de esa cena improvisada en la puerta de las duchas junto Armin, el sueño la había invadido de golpe y pensó que era mejor bañarse a la mañana siguiente una vez estuviera más tranquila. Al llegar a su cuarto solo alcanzó a quitarse la chaqueta, dejarla tirada en el suelo junto a sus botas y se desmayó sobre las sábanas.

Mientras se sentaba en su cama y se ponía las botas, Mikasa se levantó y se dedicó a observar la vista que la habitación tenía desde la ventana hacia el campo de reclutas y se cruzó de brazos. El sol apenas estaba saliendo y las antorchas ni siquiera habían sido apagadas.

— Nadie se ha levantado. — Jolene le dedicó una mirada rápida y volvió a enfocarse en meter el pie dentro de la bota.

— Lo sé.

Mikasa la miró de reojo.

— ¿No puedes esperar a que los demás despierten para entrenar?

El plan de Jolene era sencillo: Si saldría de expedición a los restos del muro María, debía entrenar el doble para no morir mientras trataba de asesinar a un titán. Le había pedido ayuda a Mikasa para que le enseñara una manera más funcional de usar las cuchillas sin correr el riesgo de decapitar a alguno de sus compañeros -como lo hizo con Christa días atrás, pero por suerte solo alcanzó a cortarle un mechón de cabello.-

— Claro, y que me llamen asesina cada vez que tengan la oportunidad. — Contestó con un sarcasmo notable en su voz.

Se levantó de un salto y metió los brazos dentro de la chaqueta lo más rápido que pudo. Si no se apuraba era probable que las duchas se llenaran y a ella no le agradaba la idea de tener que bañarse con muchas personas a su alrededor.

— Eres muy pesimista. Ellos no son tan malos como crees. — Habló Mikasa aún con los brazos cruzados.

— Lo sé y créeme que intento no ser tan cerrada, pero cada vez siento que es en vano pensar que me llevaré bien con ellos. — Hizo una mueca. — Supongo que tener amigos no es lo mío.

Mikasa suspiró al darse cuenta de que era casi imposible hacer que Jolene cambiara de opinión, pero se dio cuenta de que no estaban allí para hacer amigos. Estaban allí para dar sus vidas por la gloria de la humanidad.

— En fin...— Se acercó a la puerta y apoyó su mano sobre el pomo de esta mientras trataba de acomodarse la camisa.— Te veo en el campo de reclutas.

A Mikasa no le quedó más opción que asentir mientras ignoraba la pesadez en sus párpados. No había dormido lo suficiente, pero quería ayudar a Jolene.

— Bien.

Y Jolene tiró del pomo de la puerta para salir trotando de la habitación mientras cruzaba el porche de la cabaña y respiraba el aire matinal con cierta emoción. ¿Por qué estaba emocionada? ¿Por qué cada vez que pensaba en salir de los muros su corazón daba un vuelco? Pelearía contra miles de titanes, vería como sus compañeros morían en batalla y no descartaba la idea de que ella también moriría. Pero, aun sabiendo todo eso... ¿Por qué estaba tan feliz?

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora