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Friendship.

— Me siento cercana a los titanes porque creo que ellos no son lo que realmente estamos viendo. Hay algo más detrás de su existencia. Y, ¿sabes? es algo que tenemos en común.

Las palabras de Jolene habían quedado haciendo un eco muy fuerte en algún lugar remoto del cerebro de Hanji mientras la recordaba con los ojos apagados, la voz ronca y su mano acariciando la nariz del dormido Bean, que en ningún momento había intentado atacarla como normalmente hace. Según Hanji, Jolene tenía una chispa diferente al resto de los reclutas, había algo en ella que era casi imposible de explicar, y cada vez que la veía era como si estuviese reflejándose en un espejo. Como si ambas fueran una sola persona.

Estaba acostumbrada a que los soldados soltaran comentarios acerca de lo peligrosos que eran los titanes, cuanto terror les tenían y como planeaban diferentes formas de eliminarlos. Pero jamás había oído de un soldado que se sintiera identificado con ellos, y peor aún: Que no les guardara ninguna clase de rencor a pesar de que ellos fueran la causa de la muerte de sus seres queridos.

No le quedaban dudas... Jolene era diferente.

Según sus cálculos, eran las nueve y media de la noche y las calles del Distrito estaban casi completamente a oscuras, a excepción de la tenue luz que desprendían las velas en los interiores de los hogares de la gente del lugar. A pesar de haber entrenado apenas dos horas en la mañana, el cuerpo de Jolene no conseguía responder, al mismo tiempo que sus párpados estaban considerablemente más pesados que se costumbre. Dormitaba sobre los hombros de Hanji y en cuanto sentía que su cabeza quedaba colgando volvía a incorporarse rápidamente, dejando aún más en evidencia su cansancio extremo.

Lo único en lo que podía pensar era en llegar al campo de reclutas, darse un baño de no más de dos minutos y dejarse caer sobre su cama -que nunca la había extrañado tanto como en ese momento.— Se saltaría la cena. Era seguro. Y también estaba segura de que Mikasa la buscaría al no encontrarla en el comedor para comer juntas, como lo hacían desde hacía una semana.

— ¿Sabes? Acabo de recordar que no te di un caballo como te lo había prometido.— Hanji habló unos cuantos segundos después de que la cabeza de Jolene terminara apoyada en su espalda y al oírla se incorporó de un salto.

— ¡Ah! Lo había olvidado. — Contestó algo sobresaltada mientras se refregaba los ojos con la yema de los dedos.

Hanji sonrió.

— ¿En serio? Creía que al menos habías pensado en un buen nombre.

Jolene bostezó tan ampliamente que varias lágrimas resbalaron por sus mejillas levemente sonrojadas por haber estado tanto tiempo bajo el sol. Sacudió la cabeza, como si se tratara de quitar el sueño de encima, y se enderezó para volver a sentir sus ojos pesados.

— No... La verdad lo olvidé por completo.

— Ya veo.— Hanji se dedicó a observar el camino y decidió romper el silencio que su acompañante había generado.— Soy muy buena poniendo sobrenombres ¿Sabes?

— ¿En serio?— Jolene sonrió. — Siempre me fue difícil encontrar un apodo que me quedara bien. No es tan fácil trabajar con un nombre tan extraño y recuerdo que mi madre sólo me llamaba "Jolene" cuando estaba furiosa o cuando algo malo pasaba...

Inconscientemente recordó cuando la muralla del Distrito Shiganshina cayó y las veces que Shekina la llamó por su nombre completo fueron cuando estuvo al borde de la muerte. Los ojos se le opacaron y se dedicó a mirar sus rodillas mientras Hanji se percataba de que algo le sucedía a pesar de no saber casi nada sobre el pasado de la chica. Dedujo que algo le había sucedido a su madre, y había acertado.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora