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Catch me.

El mundo exterior era hermoso. La vegetación frondosa hacía cosquillas a la vista, el sol drenado por las nubes con los bordes dorados daba la sensación de que el tiempo allí afuera pasaba mucho más rápido, porque parecía ser más tarde de lo que realmente era, y las montañas elevándose en la lejanía simulaban ser el borde del mundo, la orilla del desconcertante y desconocido terreno explorado por la humanidad en su más mínimo porcentaje. Algunos caballos abandonados, solitarios, corrían en dirección incierta mientras en el césped dejaban hundido el sello de sus herraduras manchadas en una tinta carmesí, espesa y tibia. En algún punto de sus vidas, todos los soldados del lado este en la formación habían tenido comienzos y razones diferentes para unirse al ejército, pero de repente todos acabaron atados con la misma cuerda al mismo destino. Ahogados en piscinas de su propia sangre, algunos abandonaron neciamente la batalla con los dedos aun tomando el mango de sus cuchillas, las extremidades de otros se encontraban a varios metros de distancia de sus cuerpos, y los más intrépidos simplemente se desvanecieron dentro la mandíbula de uno de los tantos titanes caminando por allí, como si se encontraran en el mejor banquete de sus vidas.

Un explorador, vagando entre los límites de esta vida y la siguiente, enterraba los dedos en la tierra en un intento inútil por conseguir la fuerza suficiente como para huir. Sus piernas, disfuncionales, no respondían a los constantes golpes que se proporcionaba con tal de hacerlas reaccionar. Con la yema de los dedos alcanzó a palpar el cable rasposo de su equipo de maniobras, aunque no pudo verlo, porque en sus cuencas no había nada más que dos hoyos vacíos, desbordantes de incontables litros de sangre. Aquella estampida de titanes había sido tan repentina, fugaz y violenta, que ni siquiera podía recordar exactamente cómo fue que acabó ciego de un instante a otro.

— Alguien les dijo... La mayoría de los exploradores están muerto...— Su voz deshilachada esperaba ser oída por alguien, quién fuera, en su último reporte al comandante Erwin, quién no tenía idea de lo que sucedía con ese lado de sus Tropas. La pierna muerta del delirante soldado fue tomada entre los dedos de un gigante, como una bala temporal que no tardaría en acabar con su vida. — ¡El titán con forma de mujer trajo un montón de titanes!

Pero nadie lo oyó, y tampoco nadie lo vio morir cruelmente, partido en dos trozos blandos que fueron perdidos entre los demás muertos dentro del vacío de ese titán, atraído por el aroma de un humano dentro de la masa de carne hirviendo de otro gigante.

El cuerpo de Alan se inclinó violentamente hacia adelante, su nariz chocó contra el cuello de su aterrado caballo y todas sus extremidades se suspendieron en el aire por un segundo, mientras sus tímpanos eran perforados por la fuerte explosión que ocurría a tan sólo unos centímetros de él y Armin. Sintió que todo a su alrededor giró mil veces por segundo y no pudo adivinar si, cuando cayó del caballo, estuvo flotando en el aire o simplemente rodando por el suelo rocoso, porque aquél enorme pisotón lo sacó completamente de consciencia y lo estampó contra un estado de desorientación del que no pudo salir rápidamente. Al contrario de él, Armin golpeó fuertemente las hierbas con todo su cuerpo y alcanzó a arrodillarse sobre el suelo, con las manos clavadas en la tierra y la capucha verde de su capa sobre su cabeza. Sus dedos tiritaron con una descarga eléctrica recorriendo sus articulaciones y en el borde de su visión pudo ver cómo las pequeñas gotas de sudor deslizándose por su frente, acababan atascadas en la punta de sus pestañas. Algunas se desprendían y eran absorbidas por el polvo debajo de sus manos. Otras simplemente se perdían en su cuello. Pero prefería ver como el sudor frío, el sudor del pánico, acababa desprendiéndose de él en lugar de levantar la cabeza, porque estaba seguro de que sería pisoteado. Estaba seguro de que allí, arriba suyo, un par de ojos frívolos lo esperaban para darle una señal de despedida, un adiós que acabaría con su vida antes de que pudiera siquiera notarlo. Armin no pudo evitar soltar un respingo cuando, a su lado, otro enorme estruendo resonaba y una presencia abrumadora se arrodilló a su lado, esperando pacientemente a que se dignara a levantar la vista de entre los mechones de su cabello rubio, y la inexistente protección de su capucha. Cada movimiento que ese titán daba era otro sonido más, porque su enorme tamaño era golpeado por el viento, y cortaba el aire, por lo que Armin sintió como el temblequeo de sus dedos se esparcía por cada pequeña esquina de su cuerpo cuando oyó cómo el gigante movía lentamente un brazo en su dirección. Se había resignado, ya no quedaba nada que hacer. Pelear contra ella era inútil, pues conocía a la perfección cada maniobra de los engranajes, sabía cómo funcionaban, y Armin no dudó que también poseía una gran facilidad para leer los movimientos que su oponente intentara dar. Tenía claro que, en ese momento, ser un oponente era la peor idea alguna vez pensada. Pensó en Alan, pensó que él tal vez intentaría pelear contra la gigante, pero cuando lo vio tendido sobre el suelo a un par de metros suyo, medio desmayado, entendió que ninguno de los dos poseía intenciones de luchar por su cuenta en una batalla perdida.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora