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Fellowship.

Una semana había pasado. Una semana desde la exploración número cincuenta y cuatro que cobró la vida de una gran cantidad de soldados, incluyendo a Gunther, Auruo, Petra y Erd. El escuadrón de operaciones especiales ahora se reducía a tres personas; Levi, Eren y Jolene. Eren solía llorar de impotencia cada vez que rememoraba la violenta muerte de sus compañeros, experimentaba oleadas de ira y le resultaba muy difícil mantenerse en pie frente a las lápidas de sus amigos. Era como mirarlos a los ojos. Expresiones grises, agrietadas, rodeadas de hierba reseca. Sus nombres sonaban a pasado. Por su parte, Jolene tenía la sensación de que su propio inconsciente atentaba contra ella. Soñaba paisajes verdes, brillantes árboles gigantes y de corteza gruesa, terremotos que la levantaban del suelo, ligamentos rojos, ojos gélidos de un filoso tono celeste, y sangre y cuerpos destrozados inmensurablemente. Se despertaba de un salto con los pulmones estrujados y las raíces del cabello mojadas de sudor. Las imágenes perduraban nítidas en el fondo de su cerebro durante largas horas.

Jolene estaba segura de que había algo que no acababa de completar el círculo de hechos que conformaron aquella expedición. El bosque de los árboles gigantes, el titán femenino, la muerte de sus compañeros, el secuestro de Eren y el suyo... ¿Por qué sentía que había estado en un lugar completamente diferente, antes de caer inconsciente sobre la mano humeante del titán femenino? Sus pensamientos también estaba dirigidos hacia Annie, incluso si no pretendía pensar en ella. Recordaba a la perfección esa extraña alucinación que había tenido durante la huida de la gigante roja, donde veía a su encapuchada compañera de clase con el motor de un equipo de maniobras entre las manos, una expresión que reconocía de otro lugar y escuchaba un montón de cosas extrañas salir de su boca. Palabras que, a pesar de entender, no podía comprender su significado real. Ambas estaban rodeadas de paredes empedradas y estantes de maderas, con suministros y más motores de engranajes. Estaban en el depósito del cuartel general.

Pronto te darás cuenta de que no perteneces a este lugar... Y me darás las gracias.

Fue difícil volver a instalarse en el cuartel cuando faltaba más de la mitad del escuadrón. Levi, Eren y Jolene pasaron unos días en la construcción principal de la Legión de Reconocimiento, esperando órdenes del comandante Erwin. Al final, concluyeron que era importante mantener a Eren a salvo ahora que habían comprobado la existencia de un enemigo poderoso dentro de las murallas. Esconderlo era una prioridad. Pero las habitaciones y pertenencias de los que ya no estaban seguían ahí, como un último indicio de su esencia, como un recordatorio de su ausencia. Empacar todo por ellos para entregar lo que quedaba a sus familias no fue una tarea muy alentadora. Jolene metió, al fondo de una de las cajas con cosas de Gunther, un frasco de tinta. Recordaba haberle quitado la suya sin permiso.

Por alguna razón, tenía la sensación de estar siendo vigilada de cerca por el capitán. Quizá era por el hecho de estar más silenciosa que de costumbre, o que parecía estar pensando todo el tiempo, o el desaparecer de repente y dar vueltas por el establo y el depósito del cuartel. Ciertamente, Jolene no sabía qué llevaba a Levi a, probablemente, sospechar de ella. No quería creer que existiera la posibilidad de que Erwin le hubiera ordenado al capitán que la vigilara, pero tampoco podía negar que la mitad de sus pensamientos involucraban constantemente a un sospechoso. Todas las voces en su cabeza acallaron repentinamente cuando una tarde, antes de una reunión estratégica de suma importancia, Jolene recibió una carta. Un soldado de otro escuadrón se la alcanzó luego de que el cartero llegara esa mañana junto con una pila de correspondencia. El nombre de Jolene escrito en tinta negra sobre el paquete, con letra apresurada y doblada hacia la derecha. Cuando la desdobló y comenzó a leer su contenido, se dio cuenta de que su primera salida al exterior no sería lo único atormentándola por las noches.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora