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Harpoons.

El bosque de los árboles gigantes no era pretencioso como su nombre lo indicaba. Jolene abrió la boca en asombro cuando a lo lejos pudo divisar un conjunto de ramas de gran anchura, cubiertas por incontables capas de espeso verde, que eran sostenidas debajo del firmamento por troncos de al menos ochenta metros de alto y con un grosor similar al de un edificio. Habían sido informados por mensajeros que el comandante Erwin había dado la orden a la sección media y los equipos de suministros de adentrarse en el bosque, mientras que los escuadrones de alrededor debían rodearlo. Armin, Reiner, Jean y Alan ni siquiera tuvieron tiempo de pensar en volver a adoptar sus posiciones, porque la mitad izquierda de la formación a la que pertenecían avanzaba sin adentrarse entre de los árboles increíblemente notorios. Después de ese encuentro con el titán femenino, los cuatro chicos se vieron enredados en otro problema ni bien salieron del anterior, porque contaban con únicamente un caballo; el de Jean. Comenzaron a saborear en la punta de la lengua la idea de que dos de ellos debían quedarse atrás, allí varados en medio de la nada, para permitir a los otros dos ir en busca de ayuda. Ni bien Armin se ofreció como uno de los que debían quedarse ocultos entre un arbusto, Christa llegó como una salvadora a su ubicación, acompañada de tres caballos que no tardó demasiado en reconocer. Aliviada por el bienestar de sus amigos, se encontró a sí misma limpiándose las lágrimas acumuladas en sus orbes azules mientras sonreía levemente a sus compañeros. Los tres chicos se vieron encantados por la cálida amabilidad de la cadete, y la única explicación razonable que encontraron para la magnificencia de Christa fue que se trataba de nada más que la reencarnación humana de una diosa. Reiner decidió, sin rodeos, que se casaría con ella.

—Oigan, ¿por qué vinimos a un lugar turístico? Estamos muy lejos de nuestro objetivo original. —Jean alzó las cejas mientras él y sus compañeros rodeaban el bosque de los árboles gigantes. Antes de que la humanidad se recluyera dentro de los muros, aquel conjunto de árboles gigantescos había sido un lugar muy concurrido por la gente que vivió ciento siete años en el pasado. Después del lapso de tiempo inmemorable en el que los titanes, de alguna manera, poblaron el mundo y los humanos se vieron forzados a aislarse, la Legión de Reconocimiento se abrió paso para utilizar esa área de manera estratégica. Jean desconocía ese detalle.

—No lo sé, pero es decisión del comandante Erwin. Estoy seguro de que hay una razón. —Aludió Armin. Reiner le había amarrado la cabeza con una venda, pues la incisión que se abrió en su frente cuando fue arrastrado por el suelo parecía carecer de intenciones de coagular.

— ¿Qué tipo de razón? ¿Aquí está planeando una fiesta de bienvenida para nosotros?

—No, no creo que eso sea lo que esté sucediendo.

—Estoy bromeando. —Jean le dedicó una mirada sardónica. —De cualquier manera, esa mujer con forma de titán nos persigue. No importan las razones, no podemos parar aquí. Sólo puedo asumir que estamos pasando por aquí para llegar otro lugar.

El chico clavó la vista en los enormes árboles elevándose a su izquierda. Eran tan altos que, de cerca, era imposible ver la copa de al menos uno de ellos. Se mareó un poco ante la sensación vertiginosa de que sería engullido por alguno de los troncos si se acercaba demasiado y, justo cuando pensaba en las intenciones del comandante, un capitán exclamó desde el frente a los soldados que venían detrás:

—¡¡Deténganse, ahora!!

Por más que aquella arbolada se destacara por las grandes dimensiones de sus árboles, también había varios de tamaño habitual. Cuando el capitán les ordenó cortar el paso, los soldados que lo acompañaban bajaron de sus caballos e imitaron con una mueca de desconcierto la acción de su superior de amarrar las riendas de los animales al tronco de un árbol común. Cuando los jóvenes cadetes se pararon un poco desorientados al pie del bosque y esperaron, al menos, una explicación, notaron indicios de que ni siquiera el capitán estaba seguro de la siguiente orden que estaba a punto de darles.

Young Blood |Levi Ackerman|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora